Dicen que la Séptima de Mahler es
la sinfonía más próxima al espíritu del expresionismo. En la Viena de
principios del siglo XX, Arnold Schönberg y sus alumnos Alban Berg y Anton
Weber, (la llamada Segunda Escuela de Viena), fueron fervientes defensores de
la obra de su compatriota. El tránsito desde la música tonal hacia una música
cada vez más atonal realizado por Mahler interesó a estos compositores, aunque
el autor de esta Séptima nunca quiso llegar al atonalismo, ni definió a su
música en estos términos. Tal vez, el tránsito no fue tanto en la armonía, como
en los demás parámetros de la música, especialmente en los de tipo formal.
Aunque en Mahler hay una tonalidad, esta no se instala como el elemento que
determina toda la música. La forma en las sinfonías de Mahler avanza sin tener
una dirección clara hacia la resolución en la tonalidad principal. Por el
contrario se produce lo que hemos denominado al hablar de la Primera como
“bloques temáticos”, lo que Adorno definía como una dificultad de juventud para
modular entre tonalidades que con la edad convertiría en una afortunada forma
de organizar su música. El expresionismo latente de Mahler está también en los
fuertes cambios dinámicos, (el salto entre pianos y fortes), en la
grandilocuencia de su retórica expresiva tan alemana, en las disonancias y en
la originalidad en la concepción de su música.
1 El primer movimiento de la
Séptima, marcado como Langsam. Nicht Schleppend.-Allegro Risoluto, ma non
troppo, empieza como un adagio (langsam), para mudar pronto en un Allegro
enérgico. Es un ejemplo muy claro del espíritu expresionista de la obra.
2 El segundo movimiento, Nachtmusik
I, señalado como Allegro moderato-Molto moderato, es uno de los dos Nachtmusik
(nocturnos) que el autor había compuesto con anterioridad a su decisión de
completar una sinfonía con ellos. Algunos conocedores de la obra de Mahler
comentaron que el movimiento fue inspirado por la famosa pintura de Rembrandt
“La ronda de noche”. Es una marcha con un diseño poco habitual en sus sinfonías.
Es una obra de corte clásico que algunos detalles, como la original percusión o
el fraseo en los contrabajos, modifican de forma llamativa.
3 El tercero es un Scherzo,
Schattenhaft. Fliessend aber
nicht schnell” (“Fantasmagórico. Fluido, pero no rápido”) una especie de
deconstrucción del vals vienés. Recuerda al scherzo de la Patética de
Tchaikovsky pero mucho más alemán, con una polifonía que se aproxima a lo que
podría ser un renovado coral protestante. Acaba siendo una pieza muy original y
algo repetitiva.
4 El cuarto es Nachtmusik II. Se basa en un tema
de apariencia alegre, aunque, como suele suceder en el diseño estilístico de
Mahler, se matiza con frecuencia. Se hace raro ver en este contexto una
guitarra y una mandolina. Acaba siendo
una pieza deliciosa.
5 El Rondo-Finale es un alegro
conclusivo, con nervio y brillante.
Para escuchar esta sinfonía hemos elegido al francés Pierre Boulez, no solo una de las mejores batutas de los últimos tiempos, (fallecido el año pasado), sino, probablemente, el mayor compositor del siglo XX. Lo hacemos porque la Escuela Serial, que Boulez encarnó junto con el alemán Stockhausen, fue la continuación de la Segunda Escuela de Viena, de la que Mahler fue un antecedente reconocido por los propios miembros de ésta.
Pierre Boulez dirige la Sinfónica
de Chicago, con la que trabajó en muchas ocasiones.