En la Sexta Sinfonía, Mahler
abandona el uso de la voz humana y se desentiende de las justificaciones
programáticas en su música. Es decir, no existe un relato que justifique lo que
está pasando en la música. Música absoluta, música pura. Dice Theodor W. Adorno,
en su citado libro sobre Mahler, (Mahler una fisiognómica musical), “la
expresión en la música no es expresión de nada determinado”. “La música, por
estar llena de expresión, adopta un comportamiento mimético, imitativo, como
los gestos que son respuesta a un estímulo”. Podríamos decir que la música “es
como un lenguaje”, no es un lenguaje porque no tiene una semántica, pero “es
como un lenguaje” en cuanto que tiene una sintaxis. Es la explicación
formalista que da Hanslik según la cual la música la definía como “formas
sonoras en movimiento”. Forma, sonido y movimiento. No hay más. Añadía
Hanslick: “La música no tiene otro cometido que la relación significativa de
sus elementos. Sus formas son libres, es decir, solo podrá hacerlo a través de
la necesidad determinada de sus elementos, nunca a partir de algo exterior, ya
sean contenidos procedentes de ideas o sentimientos”. En el romanticismo los músicos luchaban
contra el concepto de música como simple ropaje de la palabra, que era como se
había entendido en sus orígenes.
Parece ser que ésta es una sinfonía
poco apreciada por el público pero muy reconocida por los críticos. Es igual. Su
escucha merece la pena. Destacamos de nuevo la escritura minuciosa de la
partitura: las delicadas combinaciones de instrumentos que consiguen timbres
particulares, el sutil manejo de las dinámicas (piano-forte), el juego armónico
que incluye el intercambio de los modos mayor y menor. T.W. Adorno afirma que:
“La dignidad de la música es tanto más elevada cuanto mayor es la hondura con
que se percata de la condición contradictoria del mundo”. (La cursiva es
nuestra). De manera que en el intercambio de modalidad entre mayor y menor, encontramos una ambigüedad que es producto de
cómo el mundo funciona, con los inesperados cambios entre sentimientos
encontrados que nos llevan de un lado a otro en pocos momentos. Cosa que está
en la base del mismo concepto de sinfonía. También destaca Adorno la falta de modulaciones en su obra. Las tonalidades cambian de forma brusca, tal vez por una falta de habilidad en sus primeras obras, pero convirtiéndose en un rasgo estilístico en la madurez, según apunta el crítico alemán.
La versión que traemos aquí destaca
por varias cosas. En primer lugar se trata de una grabación con una extraordinaria
calidad de imagen y de sonido, ya que los festivales de verano de Londres,
conocidos como los Proms, exigen un notable esfuerzo por parte de la BBC que se
juega parte de su prestigio en las realizaciones. En segundo lugar, merece la
pena contemplar el ambiente de estos conciertos que tienen una orientación muy
popular desde su creación. Proms es una abreviatura de Promenade concerts y
fueron creados por un empresario privado y el director de orquesta Henry J.
Wood. Estos conciertos se celebran en el
Royal Albert Hall que permite la presencia de un gran número de espectadores.
Aquí el director es el ruso Valery
Gergiev que conduce la World Orchestra for Peace, fundada por Sir. Georg Solti
y dirigida por el ruso desde la muerte repentina de Solti en 1997. Gergiev
tiene una sólida carrera que incluye las mejores orquestas del mundo, sin
embargo tiene muchos detractores que le echan en cara una cierta falta de
sutileza, (que hace que Mahler se parezca a Prokofiev) y aspectos como su
costumbre de dirigir con una especie de palillo que utiliza como batuta. Tal
vez su decidido apoyo a su presidente Puttin y a su política exterior le pueden
haber ocasionado algunas antipatías en occidente. A mí me gusta su
interpretación de la Sexta.
La sinfonía se inicia con un Allegro
enérgico, ma non troppo, (Heftig, aber markig), que es una marcha con un ritmo
muy perceptible, que recuerda los desplazamientos de las tropas nazis para
invadir Polonia, ¿o es que lo hemos escuchado ya en los documentales de la II
Guerra Mundial? El caso es que esta sinfonía resultó premonitoria de muchas de
las calamidades que iban a producirse en el futuro, como nos cuenta la
Wikipedia en su entrada de la Sexta deMahler.
Al final del primer movimiento el público
aplaude, lo que me parece una cosa muy acertada, pues, aunque la etiqueta de
los conciertos sinfónicos obligue a que no se aplauda entre los distintos
movimientos de una obra, hay ocasiones, como ésta, en la que la partitura (y en
su caso la interpretación) lo están pidiendo a gritos. Y no pasa nada porque el
desarrollo de la sinfonía se suspenda durante unos segundos. Esa es mi opinión.
Sigue el Andante moderato, que en
esta versión va en segundo lugar. En otras versiones el Scherzo va antes que el
andante, pues parece que Mahler tuvo dudas sobre el orden de los movimientos
dentro de la sinfonía.
El Scherzo vuelve a tomar el tono de
determinación obstinada que primaba en el primer movimiento, con la excepción
del trío central, que remansa un poco este ímpetu.
El movimiento final es de nuevo
vigoroso y variado, se inicia con unos pasajes inquietantes e incluye los
golpes del martillo en la percusión (los golpes del destino) que auguran un
final trágico. La sinfonía finalmente acaba mal. No tiene un final feliz: un
tema de coral que se diluye en la nada y acaba en un lamento.
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