17 jul 2017

La 5ª de Mahler. Daniel Barenboim.

Mahler es el cambio que se realiza desde la tradición. El sonido de su música es el sonido de la gran orquesta de su época, (época que los historiadores han denominado la época del colonialismo, 1870-1914). Esta, no es más que la progresiva disolución de los valores del siglo XIX que terminan de manera trágica, por una parte en la Gran Guerra, que fue llamada la última guerra, (a la que, sin embargo, seguiría una segunda y otras), y por otra parte en la Revolución Rusa de 1.917. 

La música de Mahler responde al espíritu de su época. En principio una música romántica a nivel de superficie, pero en la que en el fondo se están tramando los cambios que van a surgir y de los que el compositor es consciente. El carácter dramático de muchos de sus movimientos, los finales vacíos en que la orquesta se va silenciando, diluyéndose el sonido en el aire, hasta acabar enmudecida. Todo esto son síntomas del drama que se vive en la culta y elegante Europa y que terminarán en los cambios que va a traer el siglo XX, uno de los cuales es la disolución del propio Imperio Austro-húngaro en el que Mahler había nacido y había trabajado.

La Quinta es la primera de lo que se ha llamado el periodo central, de los tres en que algunos autores dividen su creación. La sinfonía es más que el adagietto del que luego hablaremos. Desde la primera nota apreciamos que los estereotipos románticos pertenecen a otro mundo ya caduco. Empezar la sinfonía con unas notas repetitivas en la trompeta no es lo más usual en el característico mundo de las sinfonías. Las indicaciones de tempo se han convertido ahora en unas largas definiciones de las intenciones de la pieza. En el primer tema es “Trauermarsch. In gemessenem Schritt. Streng. Wie ein Kondukt”, que podemos traducir como: “Marcha fúnebre. Con ritmo bien medido. Estricto. Como una procesión mortuoria”. Pues eso mismo es. El segundo dice: “Stürmisch bewegt. Mit grösster Vehemenz”, que viene a ser: “Con movimiento tempestuoso y gran vehemencia”. El tercero es un Scherzo y como todo Scherzo es “enérgico pero no muy rápido”.

Y así llegamos al famoso adagietto. La fama de este movimiento viene, (cómo no) del cine, de la famosa película de Luchino Visconti “Muerte en Venecia”, basada en la novela homónima de Thomas Mann, en la que, además de usar el cuarto movimiento de esta 5ª sinfonía, hace otros homenajes a Mahler, como llamar Gustav al protagonista (G.M. pone en su baúl de viaje) y convertirlo en músico cuando en la novela es un escritor. Pues bien, la famosa película se inicia con los más de diez minutos del adagietto que sirve de fondo para la imagen del vaporetto, (el barco que hace el traslado desde el Lido hasta la ciudad de Venecia), que discurre entre nieblas y donde vemos en su cubierta a Dirk Bogarde en el papel de Gustav, el veterano artista que llega a la ciudad donde conocerá el amor homosexual (no correspondido) de un joven adolescente y que terminará con la muerte del músico. Amor y muerte. 

Visconti estubo mucho tiempo buscando al joven actor que hiciera el papel de Tadzio. Sin embargo dice la wikipedia: "el cantante español Miguel Bosé, entonces un adolescente, fue un candidato a ese papel, pero su padre, el torero Luis Miguel Dominguín, se opuso" 1.

Esa imagen sostenida del barco haciendo su entrada en la ciudad con la iglesia de Paladio al fondo y las multitudes de turistas y sirvientes en una imagen de los inicios del turismo como hoy lo conocemos, se ha convertido en icono cinematográfico. Pero musicalmente, el adagietto es un momento cumbre de su creación. Alguien ha dicho que, según información del autor, quería expresar en él lo que sentía por Alma Mahler. No importa, lo que importa es la manera de llevar la orquesta, centrada en las cuerdas, a través de una calma que propicia una extasiada reflexión.





No podíamos perder la oportunidad de traer aquí a Daniel Barenboim, un músico completo, sensible y que sabe leer la intención de la pieza. En esta ocasión con la Chicago Symphony Orchestra, en la trienal musical de la ciudad del Rin.  





1. Visconti fue el padrino de Miguel Bosé, supongo que por la amistad que le unía a su madre, la gran actriz italiana Lucía Bosé. 

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