Cuando Gustav Mahler fallece con
cincuenta años, el 18 de mayo de 1911, está escribiendo su décima sinfonía de
la que solo tiene terminado el Adagio del primer movimiento. Después de su
muerte el musicólogo Deryck Cooke dice haber recompuesto los fragmentos que
Mahler había escrito para el resto de los movimientos y que Alma Mahler le
había proporcionado. Posteriormente algunas notas que recibió de la hija del
compositor llevaron a replantear el segundo, el cuarto y el quinto movimiento.
A pesar de las reconstrucciones, muchos músicos solo interpretan el Adagio,
pues es el único que pueden tocar con la seguridad de haber recibido una obra
terminada del compositor.
El análisis de la Wikipedia sobre
esta Sinfonía nº 10 nos parece bastante acertado.
Este Adagio, (en realidad
Andante-Adagio según el autor), es una pieza de armonía ampliada que llega a
rozar el límite de la atonalidad no tanto por el cromatismo de las melodías
sino por la estructura formal de la pieza que hace caso omiso de cualquier
dirección armónica clara. En todo caso, está cercano al expresionismo emergente
de la Segunda Escuela de Viena. Por ese motivo, traemos aquí de nuevo a Pierre
Boulez, por la misma razón que cuando presentamos la Séptima, pero ahora
dirigiendo a la Cleveland Orchestra.
Con esta obra terminamos nuestro recorrido por las sinfonías de Mahler.
Como quiera que en España, los medios de
comunicación no hablan de otra cosa que de Venezuela, que abre todos los días
los telediarios de prácticamente todas las cadenas, así como ocupa las portadas de
prácticamente todos los periódicos patrios, nosotros nos sumamos a esta moda y
vamos a hablar hoy, sí, de Venezuela.
El sistema musical venezolano de
conservatorios, ya había propuesto que los estudiantes de música procuraran
trabajar su instrumento en agrupaciones musicales y orquestas de todo tipo,
cuando en el año 1975 José Antonio Abreu
crea la Fundación del Estado para el Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, conocido
como “el Sistema”, y que cuenta en la actualidad con 500.000 jóvenes. José
Antonio Abreu es un músico muy galardonado en su país, pero se licenció como
economista en la Universidad Católica Andrés Bello y fue profesor de economía
en varias universidades venezolanas. Entre 1989 y 1995 fue Ministro de la
Cultura, Vicepresidente y Director del Consejo Nacional de la Cultura (CONAC),
en los gobiernos socialcristianos de Rafael Caldera.
Según el maestro Abreu un aspecto
fundamental a propiciar en el CNASPM es la integración artística: “a fin de que
niños y jóvenes aprendan a interactuar en el seno de las artes a través de la
danza, el teatro, la ópera, el canto, la fotografía y el video, como si fuera
un crisol donde se encuentran y se funden todas las tendencias creativas,
teniendo como hilo conductor la música”. El Sistema se dirige de manera
especial a niños que tengan problemas tanto sociales, de marginación y dificultades
de integración, “en circunstancias extremadamente empobrecidas del ambiente de
abuso de drogas y el crimen en el que de otra manera ellos probablemente serían
arrastrados”. [Arthur Lubow (28 de octubre de 2007). Conductor of the People.
New York Times. Consultado el 2 de agosto de 2017]; como problemas de minusvalías de cualquier tipo.
En 1978, el maestro Abreu crea la Orquesta
Sinfónica Simón Bolívar, hoy una de las más importantes de América Latina. Todo este trabajo produce de manera natural
sus frutos, el más conocido hoy es el directorGustavo Dudamel, una de las primeras
batutas del mundo a sus 36 años, que fue director de la Orquesta Filarmónica de
los Ángeles a la edad de 26 años, el mismo año en que dirigió La Filarmónica de
Viena en el festival de Lucerna. Ha dirigido a las mejores orquestas del mundo
y en la actualidad es titular, además de la Filarmónica de los Ángeles, de la
Sinfónica de Gotemburgo y de la Sinfónica Simón Bolivar que él ha convertido en
una de las principales, no sólo de América sino de todo el orbe.
Cómo esta apuesta por el arte
musical no es cosa de un grupo de personas sino una obra nacional de todo el
país, los cambios que se produjeron con la llegada al poder de la revolución
bolivariana de Hugo Chávez no sólo no interrumpieron su desarrollo sino que lo
potenciaron. Así, en el año 2009 se inauguró el Centro Nacional de Acción
Social por la Música en la capital venezolana y en la actualidad el arquitecto
Frank Ghery (Guggenheim de Bilbao) está realizando el proyecto para la
construcción de otro centro en Barquisimeto, la ciudad venezolana de la música.
¿No lo sabías? Pues me extraña, todos los días hablan los medios españoles sobre Venezuela, algó habrán dicho de esto, ¿o no?
Proponemos escuchar la Novena en
la interpretación magnífica de Gustavo Dudamel con la Orquesta Sinfónica de la
Juventud Venezolana “Simón Bolivar”. Aquí podemos escuchar la precisión con la
que el director encara la sinfonía y la minuciosidad de la interpretación, así
como la precisión de los intérpretes que dan como resultado el sonido claro y
limpio que se precisa.
Hablando ya de la Novena Sinfonía
de Mahler, diremos que es considerada por muchos como la mejor composición
mahleriana, quizá junto a la Canción de la Tierra y la incompleta décima
sinfonía, todas ellas obras representativas de su último periodo compositivo.
Se inicia la obra con un Andante
comodo, que muestra ya el carácter que ha de tener toda la sinfonía, dominada
por el “pathos” trágico y la condición terminal que sólo en ocasiones consigue sobreponerse con cierta alegría remanente de poca duración.
El segundo movimiento está marcado
como “Im tempo eines gemächlichen Ländlers. Etwas täppisch und sehr derb”, o lo
que es lo mismo: En el tempo de los Ländlers pausados, un poco desmañado y muy bucólico.
En el que vuelve a basarse en la música popular austriaca, en este caso en el
Ländler. Tiene un aspecto superficial muy popular pero el tono del movimiento
transmite la sensación de la vida que pasa, con alegrías y tristezas en medio
de los trabajos cotidianos a los que da color. Como suele ser habitual en el
autor, es una amalgama de temas, planos temáticos variados que se suceden sin
solución de continuidad.
El tercer movimiento: Rondo-Burleske:
Allegro assai. Sehr trotzig, vuelve a llevar el supuesto tono del mismo, en
este caso una especie de scherzo, hasta cotas en principio inimaginables. En
mitad del tema, se anuncia una fanfarria que, enseguida, da paso a un momento
más lírico, un trío, del que sale de nuevo volviendo al rondó inicial y acaba
en un final rápido y enérgico.
El cuarto movimiento es un
Adagio, uno de esos magníficos adagios de Gustav Mahler. A los cuatro minutos
la pieza queda suspendida con apenas un murmullo en las cuerdas que parece un
final. Pero el discurso se recupera con unas frases en los clarinetes y luego
las cuerdas que parecen decir “En las cumbres el día es hermoso”, una frase de
un Lied de sus Kindertotenlieder que aparece en la partitura. Recordemos que
por entonces había muerto su hija, había dimitido de la dirección de la Ópera
de Viena, él estaba desahuciado por una dolencia cardíaca y sabía ya que su
amada Alma había conocido al arquitecto Walter Gropius. Música romántica en
1912, cuando ya el romanticismo había desaparecido de la música y de la cultura
europea. Pasada la mitad del tema, las cuerdas se elevan en una especie de
coral apoteósica que termina en un susurro de violines y clarinetes. De la
inmensa orquesta no nos llega más que ese susurro que pasa del violonchelo a
los metales y de nuevo a los violines. La pieza no termina, se muere
literalmente.
La Octava Sinfonía de Mahler ha sido llamada “de los mil” por el
numeroso grupo formado entre músicos y cantantes. Ese sobrenombre fue siempre
rechazado por el autor, pero algunos lo han querido hacer realidad. Intenté
traer aquí la grabación realizada por Gustavo Dudamel en Caracas, pero eran
tantos los medios humanos puestos a disposición de la pieza que el sonido era
difícil de llevar a la grabación permitiéndonos una audición adecuada de la
música. Hay que escuchar la amalgama sonora que producen la orquesta Simón
Bolívar Symphony Orchestra de Venezuela y Los Angeles Philarmonic Orchestra, el
Coro Sinfónico Juvenil Simón Bolívar de Venezuela, los Niños cantores de
Venezuela, la Schola Catorum de Venezuela y la Schola Juvenil de Venezuela. El
primer movimiento con todo este personal en juego es algo así como una tormenta
en la que los truenos nos ocultan el sonido de la música. Posiblemente en
directo sea una experiencia magnífica, pero la grabación no me seduce en
absoluto.
Afortunadamente, encontré una versión más comedida de la sinfonía a
cargo de Paavo Järvi, el director estonio nacionalizado estadounidense, que es
hijo del famoso director Neeme Järvi. Paavo inició su carrera musical como
batería del grupo de rock “In Spe”, uno de los más conocidos en Estonia en los
años ochenta, según cuentan. Ese detalle me gustó, como ecléctico incorregible
de la música que soy.
Su versión enfría un poco la sinfonía y la hace más mahleriana. Se
presenta aquí con la hr- Sinfonieorchester, (das Sinfonieorchester des
Hessischen Rundfunks), que no es otra cosa que la orquesta de la radio de
Hesse, que tiene su sede en Frankfurt. Paavo Järvi fue su director de 2006 a
2013 y, actualmente, la dirige el colombiano (de Medellín) Andrés
Orozco-Estrada. Cuenta esta grabación, además, con el Coro de la Filarmónica de
la Politécnica de Brno y Los Niños cantores de la catedral de Linburg. Además
de los solistas que salen en la presentación y que me da un poco de pereza
reproducir aquí, porque son varios.
Esta octava tiene dos partes. La primera parte es un motete al “stilo
antiquo”, o como se decía en el barroco, en estilo riguroso. Algunos autores
comparan la pieza con J. S. Bach, a mí me recuerda tiempos aún más antiguos,
como Monteverdi o incluso Palestrina y Tomás Luis de Victoria. Pero da igual,
porque la polifonía no es una moda, es una forma permanente de entender la
música. Así sucede en los inicios del siglo XX, en la Segunda Escuela de Viena,
con Schoemberg a la cabeza, que modifica todo el sistema armónico de la música
diatónica y, sin embargo, utiliza de nuevo la polifonía a varias voces para crear
las nuevas formas musicales de la música dodecafónica atonal. La pieza despliega
todos los recursos de la orquesta y los coros creando un mundo sonoro compacto
y múltiple (polifónico), que en versiones excesivas como la comentada de
Dudamel, resultan atronadoras. Volveremos sobre el venezolano en ocasión más
propicia, que merece la pena.
La segunda parte es, como decíamos antes, más mahleriana; con pasajes
líricos, o en scherzo, más comedido en el empleo de los recursos: Gustav Mahler
en la que para el propio autor era su sinfonía total. Su preferida.