2 ago 2017

Mahler y la sinfonía de los mil. La octava.

   La Octava Sinfonía de Mahler ha sido llamada “de los mil” por el numeroso grupo formado entre músicos y cantantes. Ese sobrenombre fue siempre rechazado por el autor, pero algunos lo han querido hacer realidad. Intenté traer aquí la grabación realizada por Gustavo Dudamel en Caracas, pero eran tantos los medios humanos puestos a disposición de la pieza que el sonido era difícil de llevar a la grabación permitiéndonos una audición adecuada de la música. Hay que escuchar la amalgama sonora que producen la orquesta Simón Bolívar Symphony Orchestra de Venezuela y Los Angeles Philarmonic Orchestra, el Coro Sinfónico Juvenil Simón Bolívar de Venezuela, los Niños cantores de Venezuela, la Schola Catorum de Venezuela y la Schola Juvenil de Venezuela. El primer movimiento con todo este personal en juego es algo así como una tormenta en la que los truenos nos ocultan el sonido de la música. Posiblemente en directo sea una experiencia magnífica, pero la grabación no me seduce en absoluto.

   Afortunadamente, encontré una versión más comedida de la sinfonía a cargo de Paavo Järvi, el director estonio nacionalizado estadounidense, que es hijo del famoso director Neeme Järvi. Paavo inició su carrera musical como batería del grupo de rock “In Spe”, uno de los más conocidos en Estonia en los años ochenta, según cuentan. Ese detalle me gustó, como ecléctico incorregible de la música que soy.

   Su versión enfría un poco la sinfonía y la hace más mahleriana. Se presenta aquí con la hr- Sinfonieorchester, (das Sinfonieorchester des Hessischen Rundfunks), que no es otra cosa que la orquesta de la radio de Hesse, que tiene su sede en Frankfurt. Paavo Järvi fue su director de 2006 a 2013 y, actualmente, la dirige el colombiano (de Medellín) Andrés Orozco-Estrada. Cuenta esta grabación, además, con el Coro de la Filarmónica de la Politécnica de Brno y Los Niños cantores de la catedral de Linburg. Además de los solistas que salen en la presentación y que me da un poco de pereza reproducir aquí, porque son varios.

   Esta octava tiene dos partes. La primera parte es un motete al “stilo antiquo”, o como se decía en el barroco, en estilo riguroso. Algunos autores comparan la pieza con J. S. Bach, a mí me recuerda tiempos aún más antiguos, como Monteverdi o incluso Palestrina y Tomás Luis de Victoria. Pero da igual, porque la polifonía no es una moda, es una forma permanente de entender la música. Así sucede en los inicios del siglo XX, en la Segunda Escuela de Viena, con Schoemberg a la cabeza, que modifica todo el sistema armónico de la música diatónica y, sin embargo, utiliza de nuevo la polifonía a varias voces para crear las nuevas formas musicales de la música dodecafónica atonal. La pieza despliega todos los recursos de la orquesta y los coros creando un mundo sonoro compacto y múltiple (polifónico), que en versiones excesivas como la comentada de Dudamel, resultan atronadoras. Volveremos sobre el venezolano en ocasión más propicia, que merece la pena.

   La segunda parte es, como decíamos antes, más mahleriana; con pasajes líricos, o en scherzo, más comedido en el empleo de los recursos: Gustav Mahler en la que para el propio autor era su sinfonía total. Su preferida.



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