Fue una larga ovación, de las más
largas que se recuerdan en el Palacio de Congresos Manuel Rojas de Badajoz. Era
la ovación que despedía al director de la Orquesta de Extremadura Jesús Amigo.
Se dice en los corrillos que la orquesta seguirá a trancas y barrancas pero la
figura de Jesús Amigo está condenada. Personalmente creo que le haremos un gran
favor. Vamos a perder más nosotros que él. Se trata de un director joven y la
experiencia adquirida en nuestra orquesta le va a permitir aspirar a mejores
entornos musicales. Con seguridad. Otra cosa es lo que nos va a quedar aquí. El
que venga detrás ha de saber que el público extremeño tiene una idea ya formada
de lo que es su orquesta: unos grandes profesionales que suenan bien. Quien
venga tendrá que hacerlos sonar de forma parecida a lo que nos tienen
acostumbrados.
De lo contrario será un gran error
de la política cultural de la Junta, que una institución que ha funcionado con
una aceptación extraordinaria por parte del público fracase, habiendo tanto
dinero que se derrocha en cosas que nadie disfruta.
Y si la orquesta
desapareciese, el fracaso sería total. Con crisis o sin ella.