A. Scriabin(1872-1915)
Le poème de l'extase (Poema del éxtasis), Op. 54
Le poème de l'extase (Poema del éxtasis), Op. 54
Scriabin es uno de esos compositores cuya
apreciación pública está en alza. Al igual que la de otros, como su compatriota
Tchaikovsky llevan varias décadas en una decadencia cuyos orígenes desconozco,
(tal vez en su caso desde que Walt Disney abusara de su música y la utilizara
en su película Fantasía), la figura de Scriabin está siendo reivindicada como
la de un heterodoxo creador del atonalismo. No debo haberle escuchado todo lo
que debiera porque personalmente no encuentro ese atonalismo en su obra o tal
vez sea que la crítica actual exagera un poco, el caso es que a mí me parece un
músico de su tiempo que vivió los ataques a la tonalidad que se producían a
principios del siglo XX y que participó con lucidez en los avatares armónicos
de entonces, pero no alguien que llegara hasta dónde llegó Schoemberg, por
poner el ejemplo más paradigmático de atonalismo.
Alexander Scriabin nació en Moscú en 1872 y
recibió una temprana educación musical, compartiendo profesor con Rachmáninov y
después en el conservatorio de su ciudad. Como algún otro músico, tenía
capacidades sinestésicas, según decía, era capaz de oír los colores.
Personalmente fue un hombre interesado en la filosofía, aunque en mi opinión,
fue un lector algo despistado en este campo pues aunaba una gran admiración por
el Superhombre de Nietzsche, con una pasión desaforada por la teosofía, un
subproducto de la filosofía que pretendía cambiar el mundo, una secta mística
que abrazaba los mayores errores filosóficos que se venían arrastrando desde
Pitágoras y Platón, con ese pensamiento dualista, exotérico y escatológico que
iba a salvar a la humanidad de su baja vida terrenal para alzarla a la
salvación de las almas. El músico había previsto estrenar una obra suya:
Mysterium; "una grandiosa síntesis religiosa de todas las artes que
anunciaría el nacimiento de un nuevo mundo"; obra multimedia cuyo estreno
en el Himalaya marcaría la desaparición del mundo conocido y la aparición de
uno nuevo. Por suerte para los que no estamos dotados de tanta curiosidad y
para desgracia suya, Scriabin murió en 1.915 a los 43 años de una vulgar
enfermedad que su mística no ayudó a superar y que le robó un futuro musical
sin duda interesante relegándole eternamente al pasado de los libros de
Historia. Tal vez la mejor forma de acercarse a la obra de Scriabin sea a través de su obra pianística de la que hay
excelentes grabaciones de virtuosos como Vladimir Sofronitsky, Vladimir
Horowitz y Sviatoslav Richter.
El poema del éxtasis (Le poème de l'extase,
op. 54) es su Sinfonía número 4 y está en el inicio de su último periodo, en el
que manifiesta una mayor tensión armónica con un mayor acercamiento hacia la
atonalidad. Se trata, por lo tanto, de una obra interesante de escuchar a
priori.
Hemos encontrado un artículo que aporta buena
información sobre esta música en la revista digital filomúsica, artículo
firmado por Juan Manuel Cisneros. Dice Cisneros en él: Sí es cierto que se reconocen de modo general sus aportaciones a la
música del siglo XX, sobre todo en el terreno de la armonía, y no hay que ser
muy avezado para notar la clara influencia del "scriabiniano" Poema
del Extasis en El Pájaro de Fuego de Stravinsky, obra de la que obtuvo grandes
éxitos, o en la primera sonata de piano de un joven Prokofiev, o en el variado
itinerario musical de un Szymanowsky. Algunos pianistas, como Horowitz, han
demostrado especial preferencia por su música, y podemos decir que es un
compositor que, si se entra adecuadamente en él, llega a fascinar, mientras que
los que o no lo conocen o tienen referencias negativas de él, pueden estar toda
su vida sin que les despierte la más mínima atención.
Para no ingresar las filas de los que “no le
conocen o tienen referencias negativas de él”, podemos escuchar esta versión de
Evgeny Svetlanov con la Orquesta Estatal de la U.R.S.S. grabada en 1978. Pero
antes, traemos aquí las notas escritas por Juan Manuel Cisneros sobre la pieza.
“En el
Poema del Extasis, obra de 1906, Scriabin parte de la gran orquesta de finales
del Romanticismo, incluyendo ya una importante sección de percusión, y plantea
un poema sinfónico en un movimiento en conexión con un texto poético del propio
compositor, originariamente "Poema Orgiástico", que nos ilustra sobre
su particular fusión de misticismo y sensualidad. En esta obra, que guarda una
especial relación con la quinta sonata para piano, Scriabin enfrenta dos
motivos musicales que se corresponden con sendos arquetipos; el primero
representa el elemento femenino y sensual, el encantamiento y la seducción;
marcado "con voglia languido" , es el que abre la obra, y se
caracteriza por sus cromatismos y su elaboración por parte de los instrumentos
de viento, en continuos juegos tímbricos y contrapuntísticos, sostenido por una
armonía de novenas y acordes aumentados siempre cambiante. El segundo, que se
va dejando ver más tarde, es confiado especialmente a la trompeta, y encarna el
elemento masculino, la voluntad de acción, la fuerza generadora, la conquista
capaz de vencer toda resistencia, y se basa en un motivo de cuartas ascendentes
con ritmos punteados, donde la armonía se suele presentar más estable, a veces
con notas pedales en los bajos. La partitura es verdaderamente emocionante de
principio a fin, asombrándonos la maestría con la que Scriabin juega con las
densidades, habiendo lugar para exquisitos pasajes apenas confiados a unos
pocos solistas, y tremendas explosiones de toda la orquesta, para la más febril
excitación y el más placentero sopor, sin olvidar momentos ágiles, de un
detallismo nervioso, electrizantes, como el marcado "Allegro
volando". Pero sobre todo se ha hecho famoso el final, verdadero éxtasis
luminoso de explosión orquestal en do mayor, sobrecogedor en su fuerza
elemental, que viene preparado desde mucho antes por una nota pedal do
mantenida durante ¡cincuenta compases! por los bajos, mientras por encima el
resto de la orquesta se entrega a un loco torbellino in crescendo, que de
pronto se consume para dar lugar a un momento de misteriosa quietud, tocado de
la magia de las notas del arpa, perfecta preparación para el imponente final.”
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