Hay momentos en los que sentimos que estamos viviendo unas sensaciones inesperadas, extrañas, que no estamos dónde debiéramos, ya lo decía Sabina: absurdo, como un belga por soleares. De repente alguien lo nota y dice: os dais cuenta que situación más absurda. Así nos pasó a primeros de Julio.Habíamos ido al festival de jazz de Estoril, según comenté en su día en este mismo blog, aprovechando el frescor atlántico de la costa y la buena música que allí se preveía. El festival se celebraba en el Casino de Estoril. El sábado día 3, teníamos sesión doble: el quinteto de la saxofonista que se hace llamar Grace Kelly y el cuarteto del trompetista Wallace Roney. No era cosa de perdérselo, pero había un problema: la selección nacional de futbol jugaba contra Paraguay en cuartos de final. Solución: ver el partido en el casino antes de entrar al concierto, con el tiempo justo para cenar algo entre una cosa y otra.
Y allí estábamos los cuatro en el bar de ese casino hecho a imagen y semejanza de Las Vegas, sentados en unos sofás amplios con unas cervezas frente a unas pantallas enormes de TV, los únicos que estábamos pendientes de ese partido en todo el espacioso recinto. Nosotros que nunca nos habíamos juntado para ver un partido de nada, que nunca habíamos estado en un Casino, que no íbamos ni a los bingos. Luego vino una pareja y se sentó cerca, aunque no sabíamos si iban con España. ¿Y si son chilenos y prefieren ir con Paraguay? Pensé, siempre poniéndome en lo peor. La sala es una inmensidad llena de distintos espacios todos ellos abarrotados de gente a esa hora de la noche de un sábado. Ruletas, tragaperras, qué se yo. Todo el mundo estaba al juego salvo nosotros. Una enorme nave abierta llena de neones, metacrilatos, espejos, muchos espejos, aceros cromados, lámparas, muchas lámparas, y gente de todo tipo, de todas las edades, compartiendo solamente una cosa: su mayor o menor grado de ludopatía. Luego pitan un penalti contra España, Casillas lo para, al momento pitan otro contra Paraguay, lo mete Xabi Alonso, el árbitro lo anula, Xabi falla el segundo disparo, le hacen otro penalti, el árbitro no lo pita: una auténtica locura. Para entonces ya nos hemos hecho notar y la gente pregunta, por qué estos dan tantas voces. Estamos en Portugal y a nadie le interesa ver a la selección española que es la que ha derrotado a la suya. Finalmente el gol de Villa resuelve este desaguisado y estallamos de júbilo junto con la pareja de al lado, que no eran chilenos. “Son os españois”, dice la gente.
El camarero nos deja los últimos. Ha servido a todo el mundo y a nosotros nos tiene ahí esperando. Pronto empezará la actuación y nosotros soportando la parsimonia de los portugueses. Dice mi amigo: es que en Portugal tienen una hora menos.
Finalmente llegamos al teatro del Casino de Estoril y al poco sale Grace Kelly con su grupo. Son músicos jóvenes que hacen buena música. Sin embargo, el segundo concierto, el de Wallace Roney, me parece mucho más contundente en todos los sentidos. Ahora sí que suena con fuerza, con un sonido compacto, lleno de recursos. Roney es un seguidor de Miles Davis, eso ya los sabemos, pero no es un imitador. Siendo uno tan davisiano siente una gran alegría de escuchar esa música. Todo el grupo, además, me parece que está muy bien. El batería, en la línea de Tony Williams, el bajista contundente, el saxo del hermano de Wallace, a lo Coltrane. Todo fenomenal.
Cuando salimos del teatro y comento con mis acompañantes a ellos lo que les ha gustado ha sido el primer concierto, el de Grace Kelly.
¡Qué extraño es todo en este día!
Extraño, como un pato en el Manzanares.
Este video se grabó en Montreal tres o cuatro días antes del concierto de Estoril. ¿No es una música maravillosa?