29 oct 2009
El Monje Celonio
Viene hablando Antonio Muñoz Molina de Thelonious Monk en Babelia y, como siempre, lo hace muy bien. Tengo dicho que cuando él escribe yo me callo. Sin embargo como esto de estar callado me resulta tan duro vengo aquí a añadir a lo ya dicho por el escritor, (que recomienda el libro de Robin D. G. Kelly: Thelonious Monk, The Life and Times of an American Original), que existe una película que produjo en 1988 Clint Eastwood y dirigió Charlotte Zwering que se titula Straight No Chaser, como el tema de Monk. No la he encontrado en español pero la V.O, es mágnifica porque en ella se ve al pianista en acción, tal como lo describe Muñoz Molina, pero en este caso en plena ebullición creativa. Un personaje muy curioso: ”an American Original”.
Thelonious Monk - piano. Charlie Rouse - tenor. Larry Gales - bass. Ben Riley - drums.
Extracto del documental "Thelonious Monk: Straight, No Chaser"
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22 oct 2009
Otra grabación de Pérez Ribes.
Por fin hemos podido escuchar otra grabación que incluye una obra del maestro Juan Pérez Ribes, se trata del CD editado por el Ajuntament de Vilanova de Castelló titulado “Homenatge a Josep Taléns Sebastiá”, (Columna Música, 2005), que nos ha permitido escuchar una magnífica interpretación de sus “Imágenes Subliminales” de 2004. Se trata de un disco de obras para dos clarinetes y piano.
La obra de Pérez Ribes que interpreta el Trío Josep Talens tiene tres movimientos. En el primero, con la indicación de Allegro, se expone un primer tema en un tempo rápido que se repite de forma ligera. De ahí se pasa a una variación lenta que contrasta con el anterior. Después las notas adoptan unos valores más breves y se vuelve hacia un tempo medio. Se destaca en el acompañamiento del piano un tema de notas descendentes. En los clarinetes se oyen ahora algunos glissandi que le dan carácter a la variación. Después retoman el tema descendente del piano.
En el segundo movimiento, Lento, destacan dos notas repetidas a distancia de semitono y una melodía breve con un salto de tercera menor que se repiten unas veces en las voces de los clarinetes y otras en el piano y que se van variando, mientras en ocasiones aparece un acompañamiento andante.
El tercer movimiento lleva la indicación de Allegro y en él dos temas circulares suenan en distintas transposiciones con una melodía puente que los une. El tema juega con estos elementos a modo de scherzo.
Es una música sugerente que permite cierto lucimiento de los clarinetes, instrumento que el maestro domina desde su juventud y que nos trae ecos de autores como Francis Poulenc, de quien los músicos tocan también una pieza, e incluso de Olivier Messiaen, con quien estudió en París.
Quien tenga ocasión de acceder al disco que no se lo pierda.
*
La obra de Pérez Ribes que interpreta el Trío Josep Talens tiene tres movimientos. En el primero, con la indicación de Allegro, se expone un primer tema en un tempo rápido que se repite de forma ligera. De ahí se pasa a una variación lenta que contrasta con el anterior. Después las notas adoptan unos valores más breves y se vuelve hacia un tempo medio. Se destaca en el acompañamiento del piano un tema de notas descendentes. En los clarinetes se oyen ahora algunos glissandi que le dan carácter a la variación. Después retoman el tema descendente del piano.
En el segundo movimiento, Lento, destacan dos notas repetidas a distancia de semitono y una melodía breve con un salto de tercera menor que se repiten unas veces en las voces de los clarinetes y otras en el piano y que se van variando, mientras en ocasiones aparece un acompañamiento andante.
El tercer movimiento lleva la indicación de Allegro y en él dos temas circulares suenan en distintas transposiciones con una melodía puente que los une. El tema juega con estos elementos a modo de scherzo.
Es una música sugerente que permite cierto lucimiento de los clarinetes, instrumento que el maestro domina desde su juventud y que nos trae ecos de autores como Francis Poulenc, de quien los músicos tocan también una pieza, e incluso de Olivier Messiaen, con quien estudió en París.
Quien tenga ocasión de acceder al disco que no se lo pierda.
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21 oct 2009
Anarquista del silencio
Qué lástima no estar en Barcelona para ira al MACBA y asistir a los actos organizados en honor de John Cage. Allí estará el recuerdo de las vanguardias con Marcel Duchamp, Robert Rauschenberg, coreografías a lo Merce Cunningham, que tenía prevista su asistencia pero al que le ha sido imposible por una razón de mucho peso: ha muerto este año. En fin, lo mismo empezamos a tener nostalgia de las vanguardias, eso sí que sería una paradoja, un oxímoron.
El artículo de El País llama al autor americano “anarquista del silencio” y parece, según el contexto, que se refiere al carácter aleatorio de sus composiciones, a lo inusual de su música o a la falta de un sistema musical firme. No se trata de eso. Cage se definía como anarquista, entre otras cosas, porque estaba dispuesto a terminar con la división del trabajo que instala a unas personas como compositores ilustrados, otras como intérpretes y otras como simples oyentes. Cage proponía acabar con estas distinciones, por eso afirma “Lo que ha sucedido es que me he convertido en oyente”. Quería acabar con las clases sociales y hacerlo revolucionariamente con una acción directa, en este caso artística, sin un método y sin una autoridad.
Era un personaje que causaba una impresión muy fuerte, mezclando inocencia con tenacidad e incluso carisma. No olvidemos que por entonces John Cage era la máxima autoridad de las vanguardias musicales al otro lado del océano.
En el conocido vídeo que nos presenta al compositor en un popular show televisivo de 1960 llamado “I've Got A Secret”, podemos verle en un happening titulado Water Walk. Su actitud simpática y risueña no impide que ofrezca su trabajo con la máxima concentración. No es un bromista, tampoco es un montaje irónico de intención postmoderna, él se cree lo que está haciendo. Uno no se imagina a Pierre Boulez ni a Karlzheinz Stockhausen haciendo esto en un programa de entretenimiento masivo de la TV, pero John Cage no se sentía un genio que estuviera por encima de los mortales. Simplemente hacía lo que quería hacer y al tiempo, trabajaba para cambiar la percepción que tiene la gente sobre el mundo, el arte y la cultura.
El artículo de El País llama al autor americano “anarquista del silencio” y parece, según el contexto, que se refiere al carácter aleatorio de sus composiciones, a lo inusual de su música o a la falta de un sistema musical firme. No se trata de eso. Cage se definía como anarquista, entre otras cosas, porque estaba dispuesto a terminar con la división del trabajo que instala a unas personas como compositores ilustrados, otras como intérpretes y otras como simples oyentes. Cage proponía acabar con estas distinciones, por eso afirma “Lo que ha sucedido es que me he convertido en oyente”. Quería acabar con las clases sociales y hacerlo revolucionariamente con una acción directa, en este caso artística, sin un método y sin una autoridad.
Era un personaje que causaba una impresión muy fuerte, mezclando inocencia con tenacidad e incluso carisma. No olvidemos que por entonces John Cage era la máxima autoridad de las vanguardias musicales al otro lado del océano.
En el conocido vídeo que nos presenta al compositor en un popular show televisivo de 1960 llamado “I've Got A Secret”, podemos verle en un happening titulado Water Walk. Su actitud simpática y risueña no impide que ofrezca su trabajo con la máxima concentración. No es un bromista, tampoco es un montaje irónico de intención postmoderna, él se cree lo que está haciendo. Uno no se imagina a Pierre Boulez ni a Karlzheinz Stockhausen haciendo esto en un programa de entretenimiento masivo de la TV, pero John Cage no se sentía un genio que estuviera por encima de los mortales. Simplemente hacía lo que quería hacer y al tiempo, trabajaba para cambiar la percepción que tiene la gente sobre el mundo, el arte y la cultura.
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19 oct 2009
Comenta Alex Ross (Ruido eterno), la gran influencia que tiene la música popular y el jazz en la música culta del siglo XX desde una época tan temprana como los años veinte e incluso en apariciones aisladas anteriores. Para muchos autores las músicas populares no son arte, del mismo modo que no lo es la artesanía. (Sin embargo, no olvidemos que el máximo artista plástico del siglo XX, Picasso, en un momento dado de su carrera se siente tremendamente atraído e influenciado por la artesanía africana, influencia que el malagueño plasma precisamente en una abundante obra de artesanía cerámica). Quiere esto decir que desde muy pronto las vanguardias se enfrentan al problema del divorcio entre el artista y su público de dos formas muy diferentes. Para unos este divorcio es bueno. Es la tradición que arranca en el siglo XIX, una versión personalista del romanticismo como la que encarnaron los poetas simbolistas. El mayor defensor de esta postura fue el incombustible T.W. Adorno y los músicos de la Segunda Escuela de Viena que se encolerizaban si su obra sufría un rotundo éxito de público, cosa que, claro, sucedía pocas veces. En el otro lado estaban los traidores de la música absoluta, gente como Debussy, Stravinski, Bartok, etc. La conocida polémica creada por Adorno en sus escritos que anteponía la seriedad y el rigor de la música de Schoenberg al kitsch reaccionario de Stravinski. Actualmente los criterios de Schoenberg y Adorno no son precisamente los que triunfan en el mundo de la música ni el de la crítica, así que volveremos sobre el tema.
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9 oct 2009
8 oct 2009
Primer concierto de la temporada de la Orquesta de Extremadura.
El sábado pasado escuchamos a la Orquesta de Extremadura con Ara Malikian tocando el concierto para violín de Aran Khachaturian. De este autor uno conoce el Vals de Maskarade, con el que se abría el concierto y nada más: uno es así de ignorante. Pues bien, el concierto para violín me gustó mucho. Fue una auténtica sorpresa. Al día siguiente acudí a mi proveedor habitual a comprarme todo lo que pude encontrar de Khachaturian. En el bis, el violinista nos tocó un solo que según contó hacía con los músicos flamencos con los que solía tocar cuando vino a España hace unos diez años y que estos llamaban el tema moro. El músico no es moro sino un armenio que nació en Líbano, pero los flamencos lo llamaban así. De modo que el violinista hizo un manifiesto de eclecticismo que a los de “todas las músicas” nos gustó mucho. Su interpretación, aparte de eso, fue magistral, con técnica vituosística, buen gusto y carácter.
Las dos piezas de Khachaturian están editadas en CD con los mismos intérpretes que pudimos escuchar el sábado en el Palacio de Congresos de Badajoz.
Tengo que decir que en la segunda parte la Primera Sinfonía de Shostakovich me gustó menos. No sé si porque es una obra de juventud que no tiene la madurez de la novena (que escuchamos aquí la temporada pasada) o porque simple y llanamente la orquesta no ha alcanzado todavía su nivel habitual.
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Ruído Eterno. The rest is noise.
El pasado sábado, el suplemento cultural de El País, (Babelia), traía un artículo de Antonio Muñoz Molina sobre un libro que se acaba de publicar cuyo autor, Alex Ross, es crítico musical del New Yorker y que trata sobre la música en el siglo XX. Como el tema es el que más me interesa en la actualidad y como todo lo que dice Muñoz Molina “va a misa”, he bajado corriendo a mi librería favorita (Universitas) para comprármelo. Por cierto, es muy buena la foto de Stravinsky al piano que hizo Arnold Newman y que aparece en la edición impresa.
Después he visitado El Boomeran(g) y he ido directamente a leer el artículo de Félix de Azúa que siempre tiene algo que contar y ¿de qué habla Azúa en su último artículo? Pues del libro de Alex Ross: Ruído Eterno. Toda una coincidencia. Esto quiere decir dos cosas:
- Que las editoriales utilizan a sus autores para promocionar las ventas de libros de otros
- Que el libro debe de ser interesante, uno de esos que no dejan indiferente a nadie.
Estoy acabando con Fubini para ponerme a leer Ruído Eterno.
- Que las editoriales utilizan a sus autores para promocionar las ventas de libros de otros
- Que el libro debe de ser interesante, uno de esos que no dejan indiferente a nadie.
Estoy acabando con Fubini para ponerme a leer Ruído Eterno.
En el blog del autor se pueden escuchar los fragmentos musicales que van siendo mencionados en el libro, lo que parece que será de lo más interesante. Estoy deseando ponerme con ello.
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7 oct 2009
Para una comprensión musical.
Dice Fubini en “Música y lenguaje en la estética contemporánea”, que la comprensión de la música puede venir de una escucha bien informada, comprendiendo la estructura, captando todas las claves del lenguaje musical y de la estética a la que pertenezca el estilo en cuestión, o por el contrario, la música se puede comprender mediante una escucha ingenua, inocente, que simplemente está atenta al sonido, a lo que se oye, sin entrar en más análisis. Todo ello está relacionado con el problema del tiempo en la música. Distingue Fubini entre un tiempo positivista, al modo de Kant, presente en las músicas de los clásicos vieneses y un tiempo idealista, como lo entiende Debussy en “La Mer”, flexible y relativo. En todo caso las dos posibilidades apuntadas se referirían a un enfoque más bien intelectual por un lado y a uno más bien sensorial, o incluso, emocional, en el segundo caso.
Nosotros los eclécticos lo tenemos claro.
Nosotros los eclécticos lo tenemos claro.
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