6 may 2014

El disparo que acabó con la música moderna.

Durante la Segunda Guerra Mundial la música dodecafónica quedó representada en solitario por el austríaco Anton Webern, toda vez que Alban Berg había muerto en 1935 y Arnold Schoenberg se había trasladado a los EE.UU., adoptando la nacionalidad americana y llegando incluso a cambiar su apellido (en alemán Schönberg).  Pero aparte de detalles más o menos anecdóticos, lo cierto es que Webern había continuado desarrollando el sistema dodecafónico que iniciara su maestro Schoenberg. Los nazis renegaron de su música a la que tildaban de degenerada (entartete Kunst), y de bolchevique, sin embargo, parece ser que Webern , personalmente, apoyaba a los nazis, celebraba la anexión de Austria y esperaba la nueva Alemania que habría de nacer bajo el impuso del Führer. Decía que: “la música, la verdadera música alemana, no será nunca entendida por las masas”, negando la posibilidad de que su música fuese una música bolchevique. Pero, a pesar de su adhesión personal al movimiento nacional socialista, tuvo que ganarse la vida como editor musical y sólo pudo estrenar gracias a la ayuda de un mecenas suizo en Winterthur. La música de Webern llevó más lejos las posibilidades compositivas de la serie, más allá de lo que significaba para el dodecafonismo de Schoenberg, en el que sólo la melodía y la armonía estaban determinadas por ésta. Anton Webern amplió el concepto serial y lo extendió a otros componentes de la música como el timbre, las dinámicas, etc., de tal manera que la serie explicaba el sistema de creación musical completo. Nada quedaba sujeto a los deseos del compositor, todo estaba previsto de antemano: la serie era la fuente de la que brotaba la composición completa. Su pensamiento musical sería la base sobre la que se construiría la música de vanguardia de los años cuarenta, cincuenta y posteriores, especialmente en Europa. Bajo los auspicios del francés Pierre Boulez y del alemán Karlheinz Stockhausen, sus obras serían estudiadas con detalle en los cursos de verano de Darmstadt, (Internationale Ferienkurse für Neue Musik).  

A pesar de sus simpatías políticas, el mundo de la creación musical parecía estar en las manos de Anton Webern al terminar la guerra. Pero la vida sorprende continuamente. La realidad sucede de forma más inesperada que cualquier ficción.

Anton Webern se trasladó a MIttersill, en Salzburgo, buscando una mayor seguridad que la que podía encontrar en la capital vienesa. El día en que terminaba la Segunda Guerra Mundial, después de desayunar, se asomó al balcón a fumarse un puro que había dejado la noche anterior su yerno Benno Mattel. Éste, que había pertenecido a las S.S., había aprovechado su cargo para dedicarse al mercado negro de mercancías, lo que era un negocio muy rentable en épocas como aquella, algo parecido al estraperlo que se dio en España al final de la guerra. Por este motivo era buscado por las fuerzas de ocupación americanas que habían tomado la zona de Salzburgo. Webern recibió un disparo en la terraza de su casa, a consecuencia del cual, murió, apenas unas horas antes de que se acabara oficialmente la guerra. Esta casualidad llevó al musicólogo Hans Moldenhauer a iniciar una investigación sobre la muerte del compositor. De esta investigación dedujo lo que sigue. El soldado americano Raymond Norwood Bell, que seguía los pasos de Mattel, abrió la puerta del balcón y se encontró de bruces con Anton Webern al que disparó tres tiros a bocajarro, antes de que pudiera reconocerle. Al momento se dio cuenta de su error y poco después, llegó a tener noticias sobre quién era el austríaco al que había matado accidentalmente. Esto le produjo tal sensación que, según parece, murió unos años después a consecuencia de su adicción alcohólica, producida por el remordimiento que siguió al episodio de Mittersill.

Así acabaron los días del más grande compositor europeo de aquel entonces, cuya música fue la clave para entender toda la música de vanguardia de la segunda mitad del siglo XX.   



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