26 mar 2012

Ton Koopman en Madrid.


No fue el domingo mal día de música en Madrid. Anoche debutó Ricardo Muti en El Real, mientras que por la mañana Ton Koopman dirigía a la Orquesta y Coro Nacionales en la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional en un adelanto a la Semana Santa en forma de interpretación de la Johannes Passion BWV-245 del Kantor de Leipzig. El día anterior decía Manuel Blanco, (trompeta de la ONE), en la contraportada de El País que “es fácil detectar un director de orquesta impostor”, añadiendo que: “Rápidamente descubres quién está solo moviendo las manos o quién está disfrutando como un enano”. Pues bien, doy fe de que Ton Koopman no estuvo tan sólo moviendo las manos al frente de una reducida orquesta barroca en la que no faltaba un laúd, (tocado por Joachin Held),  una viola da gamba en manos de Vittorio Ghielmi, y sendos órganos positivos en manos de la familia Koopman, o lo que es lo mismo, el propio director y su señora esposa Tini Mathot. En total, conté 31 músicos en escena y algo más de cantantes en el coro. Como decimos, Ton Koopman disfrutó con la interpretación de la música porque verdaderamente no era para menos. Tanto los músicos, como el coro y los solistas hicieron un magnífico trabajo. Tal vez esa sea la clave que explique por qué los músicos holandeses han alcanzado tanta fama con la música de Bach: porque la ejecutan con la minuciosidad propia de esa tierra; (uno siempre recuerda el detalle exquisito de la pintura flamenca),  y tal vez sea eso lo que hubiera querido el maestro.
La obra, de casi dos horas de duración, se hace un poco árida para la simple escucha sin atender al texto, por eso, no fueron pocos los que se acercaron al Auditorio con una copia del mismo. Es una música utilitaria, (como lo era toda la música anterior al Romanticismo), que estaba creada para dar lucimiento al texto sagrado del Evangelio de San Juan. Como es sabido, la reforma protestante dio a los Evangelios toda la importancia que para los católicos residía en la jerarquía, el Papa, los cánones ecuménicos y demás órganos de control religioso. La lectura de los evangelios es para esos cristianos una obligación y una devoción y la forma más brillante de llevarla a cabo es arropada con la magnífica música de Johann Sebastian Bach. Alguno que se aburrió con los largos recitativos llenos de texto y con apenas música, con el acompañamiento en acordes y la melodía monótona del tenor que va declamando las palabras del evangelista, tal vez se extrañaría de saber que en su época fue la música que más aprecio obtenía del público. El público burgués que empieza a ser el destinatario de la música “seria” hacia esa época, es un público que disfruta más del oratorio que de la ópera, que es vista como un entretenimiento propio de reyes y nobles, demasiado frívola y con unos mitos clásicos que no forman ya parte del subconsciente colectivo. Sin embargo, las narraciones evangélicas son bien conocidas por todos, lo que permite que al público lleguen con facilidad las emociones de la acción sagrada y sean fácilmente entendidos. Oratorios eran las obras corales que Händel se llevaría a Londres y sobre las que fundamentaría gran parte de la fama que obtuvo en su nueva patria.
En todo caso, todo el mundo disfrutó de los magníficos pasajes cantados, con un acompañamiento variado que en un caso incluía una flauta y una trompeta, ejecutando melodías que van y vienen del contrapunto al unísono mientras el bajo continuo era ejecutado por el laud y el fagot; y en otro, violines y violas hacen lo propio, con el órgano y la viola da gamba en el continuo. De los cantantes, como de los instrumentistas, sería difícil destacar a alguien, ya que todos estuvieron magníficos.
Los aplausos incasables del público certificaron un éxito indudable en una interpretación en la que todo estuvo perfecto.


4 comentarios:

manuel larios dijo...

Como ha dicho alguien a quien no le gustó mucho esta entrada, no era una flauta y una trompeta, era una flauta y un oboe, cosa que ya comentamos a la salida y de la que me corrigió Guillermo Sastre, porque la vista me había engañado y el oído no estuvo atento.

Anónimo dijo...

Pues que Dios te conserve el olfato, que si no...

manuel larios dijo...

Uno escribe estas cosas como comentarios personales, con sus errores, sus apreciaciones particulares discutibles, en definitiva como a mí me da la real gana. Luego viene una web de música antigua y me pone la entrada del blog en su revista como si fuera un artículo y la gente contesta mis opiniones.
Aquí no nos responsabilizamos más que de hacer las cosas con la mejor intención. Por lo demás: si sale con barba... San Antón y si no la Purísima Concepción; que decía un artesano que fabricaba figuritas de barro.

Cempazúchitl dijo...

Gran entrada y, por supuesto, excelente interpretación. Ojalá hubiera más esfuerzos (incluso dentro de este blog) que no sólo se limiten a mostrarnos la música, sino que también nos expliquen la historia y el contexto detrás de ella.