Quiero divulgar (entre los miles de lectores de este blog) como homenaje al cómico recién desaparecido unos textos “clásicos”, (del Siglo de Oro español), referentes al teatro, las comedias y las músicas que allí se escuchaban, que seguramente él conocía, pero que en todo caso, le hubiera gustado volver a leer. Han sido recuperados en un excelente trabajo de Pilar Ramos cuya referencia bibliográfica completa es: Ramos López, P. (1998): "Mujeres, teatro y música en el Siglo de Oro". M. Manchado (ed), Música y mujeres. Género y poder, Madrid , Cuadernos inacabados, Ed. Horas y horas.
Este trabajo, según señala la autora, refleja sus investigaciones sobre música y género en la Universidad de Montreal y McGill en Canadá.
“Más ¿quién jamás pensara ver a los hombres nacidos sólo para nobles y varoniles empresas abatidos a tan bajos y afeminados empleos, que apenas se distinguen de las mugeres? ¿Entregados totalmente a fiestas profanas, a músicas, a pasos, a los amores lascivos, a conversaciones ociosas, a juegos y divertimentos vanos, a peinar, trenzar, y teñir el pelo, a rizar la cabellera postiza, a pulir y componer el vestido con tanta prodigalidad y melindre como la dama más delicada? ¿De dónde pueden nacer estos viles y afeminados afectos sino del centro de las delicias sensuales, que son los patios de las comedias, fuente universal de todos los vicios?". Discurso theológico sobre los teatros y comedias de este siglo. 1689 (cit. En E. Cotarelo, 1904: 127).
Dentro del teatro, ya de por sí pecaminoso, lo peor de todo era la música:
“El precepto diez y ocho es excusar las acciones indecentes de los personajes graves, como son comer en las tablas, desnudarse, cantar y otras que son para la graciosidad” (cit. En F. Sánchez Escribano, 1965:226).
En la España del Siglo de Oro, solamente las mujeres podían cantar en el teatro (y los hombres en la iglesia), por eso dice Pilar Ramos:
“Por tanto no podemos extrañarnos de toda la controversia con respecto de los cantos y a los bailes en el teatro. Dado que el canto y el baile corría a cargo principalmente de las mujeres, una mayor cantidad de música significaba un mayor protagonismo femenino”.
Tal vez en estas consideraciones esté una de las claves que expliquen por qué la música ha estado tan marginada de nuestras tradiciones culturales.
Este trabajo, según señala la autora, refleja sus investigaciones sobre música y género en la Universidad de Montreal y McGill en Canadá.
“Más ¿quién jamás pensara ver a los hombres nacidos sólo para nobles y varoniles empresas abatidos a tan bajos y afeminados empleos, que apenas se distinguen de las mugeres? ¿Entregados totalmente a fiestas profanas, a músicas, a pasos, a los amores lascivos, a conversaciones ociosas, a juegos y divertimentos vanos, a peinar, trenzar, y teñir el pelo, a rizar la cabellera postiza, a pulir y componer el vestido con tanta prodigalidad y melindre como la dama más delicada? ¿De dónde pueden nacer estos viles y afeminados afectos sino del centro de las delicias sensuales, que son los patios de las comedias, fuente universal de todos los vicios?". Discurso theológico sobre los teatros y comedias de este siglo. 1689 (cit. En E. Cotarelo, 1904: 127).
Dentro del teatro, ya de por sí pecaminoso, lo peor de todo era la música:
“El precepto diez y ocho es excusar las acciones indecentes de los personajes graves, como son comer en las tablas, desnudarse, cantar y otras que son para la graciosidad” (cit. En F. Sánchez Escribano, 1965:226).
En la España del Siglo de Oro, solamente las mujeres podían cantar en el teatro (y los hombres en la iglesia), por eso dice Pilar Ramos:
“Por tanto no podemos extrañarnos de toda la controversia con respecto de los cantos y a los bailes en el teatro. Dado que el canto y el baile corría a cargo principalmente de las mujeres, una mayor cantidad de música significaba un mayor protagonismo femenino”.
Tal vez en estas consideraciones esté una de las claves que expliquen por qué la música ha estado tan marginada de nuestras tradiciones culturales.
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