9 oct 2007

Concierto de Maria João Pires en Madrid.

Como en cuestiones de música no hay nada que decir sino aplaudir el concierto, aprovecho para disentir de la crónica de Luis Suñén en El Pais sobre sus comentarios por la "puesta en escena" de Maria João Pires, que repitió en Madrid el mismo concierto que pudimos ver aquí el sábado. Y sobre todo no estoy de acuerdo porque, desde mi más humilde opinión, desapruebo toda la puesta en escena que resulta obligada en la música clásica.
Incluso yo habría ido más lejos que la genial pianista y me habría cargado gran parte de la cortesía. En mi opinión, toda la parafernalia decimonónica que rodea el concierto público está superada por los tiempos. La música clásica tiene una evolución que viene de lejos y ha estado relacionada con las clases sociales a las que servía. Así aún en la época de Haydn e incluso Mozart los músicos no eran más que "criados" de los reyes y la nobleza como lo podían ser los camareros reales. Luego el triunfo de la burguesía y el establecimiento del nuevo régimen introdujeron cambios en el mundo musical, tal vez el más destacado fue la popularización del concierto público. Habiendo entrado en el siglo XXI me parece que los gestos y las cortesías obligadas por el concierto público deberían estar superadas por cuanto que son ajenos a nuestra cultura y a la forma en que nos comportamos. Salvo que queramos convertir el concierto público en una falsa representación de una antigualla. En este sentido me parece que si la Pires quiere que su compañero permanezca sentado detrás del piano, no hay inconveniente racional alguno en que lo haga, ni siquiera la distracción que produjo en el autor del artículo que en realidad estaba producida por lo inusual de la situación.
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Abajo los lugares comunes.

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