El siglo XIX y la música de concierto.
Con la música del siglo XIX es difícil no caer en eurocentrismos, porque la importancia de la música culta europea en esa época es muy grande. ¿Por qué todavía nos influye tanto esa música que aún forma parte del repertorio habitual?. Es difícil decir lo que debe ser la música, pero en cualquier caso, la música responde a la sociedad que la crea y que la recibe y, en ese sentido, nuestra sociedad no debe ser muy diferente de la decimonónica si aún esta música está tan presente en nuestra vida. El carácter de música de la "burguesía ilustrada" que tiene ésta aún pervive en el entorno social del concierto y el mundo de la edición discográfica. Las formas de pensar la música que están ligadas a la del periodo, van siendo paulatinamente superadas pero aún presentan muchas resistencias, en especial en entornos conservadores. Personalmente pienso que la música del siglo XIX se debería dejar de considerar clásica y pasar a ser simplemente histórica, como lo es la música de Josquin, de Victoria, o de Hándel.
Evidentemente, el influjo que aún tienen los creadores de la ciencia musicológica, (la generación de Guido Adler y Hugo Riemann), influye en la pervivencia de esa forma de recepción de la música del periodo.
Parece que la música actual debe elegir entre tres caminos: - El rigor de la música "bien hecha" la de los grandes maestros como Beethoven, la que se estudia en los conservatorios. - La música "radicalmente nueva", la de las vanguardias que han tirado por los suelos todo vestigio de tradición y no solo se dedican a crear música sino que pretenden crear hasta los presupuestos sobre los que la música opera cada vez que componen una pieza. - La música popular, la que en realidad escucha todo el mundo, la que cualquiera puede entender, que está hecha con desechos de las otras músicas y cuya comercialización era tan buen negocio como construir apartamentos en la playa hasta que esto de Internet acabó con la gallina de los huevos de oro. En el futuro habrá que buscar una música que esté bien hecha, construida con rigor, que investigue en la creación de nuevas sonoridades y que pueda ser compartida por los destinatarios, sin descuidar ninguno de los tres aspectos y que se base en cierto grado de eclecticismo. Hay algunos ejemplos de músicas que van en esa dirección, seguro que cada uno conoce unos pocos.
El concepto de obra permanece aún anclado en los criterios decimonónicos, de forma parecida a lo que venimos comentando sobre el canon y la música de concierto. En la tradición culta europea que arranca a finales del XVIII y se consolida en el XIX, el concepto de obra se concreta en un texto que es la partitura. Lo que nos parece la forma habitual de hacer la música: compositor – intérprete – receptor; no es más que una creación un tanto "especial" de nuestra tradición. La música contemporánea, salvo algunas excepciones como John Cage y otros múisicos interesados en superar esta dinámica, han seguido trabajando con la misma concepción sobre la creación musical. De nuevo observamos una pervivencia en las formas de actuar que se vienen reproduciendo desde la época de la revolución francesa. La respuesta a todo esto es muy clara, (a mi entender), pues cada época y cada cultura tiene su música, y lo que aquí tenemos es una tradición musical que pertenece a una clase social que no es otra que la burguesía. La mentalidad burguesa ha promovido, por ejemplo, la división del trabajo y de ahí deriva la clara distinción que hacemos entre compositor, interprete, musicólogo, oyente, etc; distinciones que en otras culturas musicales (en casi todas) no existen, o al menos de forma tan contundente como existe en la nuestra. No estoy usando el concepto de burguesía en un sentido peyorativo, aunque el mero hecho de las clases (como de las castas en la India) es algo que no puede resultar simpático, pero hay que reconocer que los logros sociales de la burguesía ilustrada han sido de tal calibre que aún hoy conforman el mundo actual, tanto en la vida política como en la musical. Por eso el periodo tiene aún tanta vigencia en nuestro mundo musical.
Ningún arte debe ser para iniciados, eso es una barbaridad, aunque es una característica muy burguesa imitar a la aristocracia en pretender la exclusividad de las cosas selectas, cuando, en realidad, los objetos burgueses no tienen nada de selectos, pese a la apariencia con que se nos presentan, (un coche Mercedes no es un objeto selecto, es solo derroche, cualquiera puede ahorrar unos euros y comprárselo). Los postulados de la camerata Bardi fueron asumidos por la sociedad en pocos años, los de las vanguardias del siglo XX han cumplido casi cien años sin que el público mayoritario haya abandonado aún el siglo XIX, por tanto no es cuestión de tiempo. Me parece que la apreciación que tenemos por las grandes obras de la historia de la música no es objetiva, sino que es una apreciación subjetiva que se ha venido estableciendo por las opiniones (y estudios supuestamente objetivos) de los grandes maestros de la musicología que casualmente eran predominantemente alemanes justo hasta que ese país perdió la guerra y el mundo pasó a estar dominado por una superpotencia, siendo los musicólogos a partir de 1945 mayoritariamente norteamericanos. ¿Casualidades de la vida?. Más bien creo que la historia la escriben siempre los vencedores y por lo que se ve esto alcanza, no solo a la historia política, sino incluso a la de la música. Esta manipulación de quien hace la historia la podemos apreciar en muchos detalles, como por ejemplo la poca importancia que se le daba a los maestros anteriores a J.S. Bach cuando la musicología era principalmente alemana (pues antes de Bach Alemania no dominaba el mundo musical y a ellos esa época les interesaba menos), y como se fue revalorizado la apreciación por Monteverdi, Palestrina, Josquin o Machaut después de la II Guerra Mundial cuando se produce el triunfo popular de las llamadas "músicas antiguas". Según esta tesis y habida cuenta del escaso trabajo histórico que se ha realizado sobre la música española, es posible que esta música española no tenga mucha incidencia en la historia no solo por falta de méritos propios, sino quizás más por falta de trabajo musicológico. El olvido de la música realizada en España desde 1600 hasta 1850 no está motivado por la falta de músicos competentes en el periodo sino por carencias en su estudio y divulgación. Personalmente, cuando he tenido ocasión de escuchar esa música me he encontrado con sorpresas muy agradables.
La autonomía de la música está relacionada con la autonomía del artista que se alcanza en el siglo XIX. Hay que tener en cuenta que anteriormente el artista era más bien un artesano, alguien que manejaba una serie de herramientas (los instrumentos musicales) que producían unos sonidos agradables para acompañar el canto y dar lustre a la liturgia, a las ceremonias del Palacio, etc. Todavía el gran Mozart era un sirviente del Arzobispo de Salzburgo y parece que por eso siempre quiso trasladarse a Viena pese a la oposición de su padre. En definitiva la música del antiguo régimen tenía siempre un carácter utilitario, (cosa que, por cierto, sucedía igual en las demás artes). A partir de Beethoven se empieza a considerar al músico como un artista capaz de expresar emociones individuales, más allá de la simple práctica de una técnica artesanal basada
en la tradición, como se había considerada hasta entonces. En este ambiente cultural relacionar la creación del músico con fines utilitarios como el acompañamiento de un texto, etc, no era la mayor aspiración de unos autores que se sentían con orgullo poseedores de una libertad creadora hasta entonces desconocida.
Evidentemente, el influjo que aún tienen los creadores de la ciencia musicológica, (la generación de Guido Adler y Hugo Riemann), influye en la pervivencia de esa forma de recepción de la música del periodo.
Parece que la música actual debe elegir entre tres caminos: - El rigor de la música "bien hecha" la de los grandes maestros como Beethoven, la que se estudia en los conservatorios. - La música "radicalmente nueva", la de las vanguardias que han tirado por los suelos todo vestigio de tradición y no solo se dedican a crear música sino que pretenden crear hasta los presupuestos sobre los que la música opera cada vez que componen una pieza. - La música popular, la que en realidad escucha todo el mundo, la que cualquiera puede entender, que está hecha con desechos de las otras músicas y cuya comercialización era tan buen negocio como construir apartamentos en la playa hasta que esto de Internet acabó con la gallina de los huevos de oro. En el futuro habrá que buscar una música que esté bien hecha, construida con rigor, que investigue en la creación de nuevas sonoridades y que pueda ser compartida por los destinatarios, sin descuidar ninguno de los tres aspectos y que se base en cierto grado de eclecticismo. Hay algunos ejemplos de músicas que van en esa dirección, seguro que cada uno conoce unos pocos.
El concepto de obra permanece aún anclado en los criterios decimonónicos, de forma parecida a lo que venimos comentando sobre el canon y la música de concierto. En la tradición culta europea que arranca a finales del XVIII y se consolida en el XIX, el concepto de obra se concreta en un texto que es la partitura. Lo que nos parece la forma habitual de hacer la música: compositor – intérprete – receptor; no es más que una creación un tanto "especial" de nuestra tradición. La música contemporánea, salvo algunas excepciones como John Cage y otros múisicos interesados en superar esta dinámica, han seguido trabajando con la misma concepción sobre la creación musical. De nuevo observamos una pervivencia en las formas de actuar que se vienen reproduciendo desde la época de la revolución francesa. La respuesta a todo esto es muy clara, (a mi entender), pues cada época y cada cultura tiene su música, y lo que aquí tenemos es una tradición musical que pertenece a una clase social que no es otra que la burguesía. La mentalidad burguesa ha promovido, por ejemplo, la división del trabajo y de ahí deriva la clara distinción que hacemos entre compositor, interprete, musicólogo, oyente, etc; distinciones que en otras culturas musicales (en casi todas) no existen, o al menos de forma tan contundente como existe en la nuestra. No estoy usando el concepto de burguesía en un sentido peyorativo, aunque el mero hecho de las clases (como de las castas en la India) es algo que no puede resultar simpático, pero hay que reconocer que los logros sociales de la burguesía ilustrada han sido de tal calibre que aún hoy conforman el mundo actual, tanto en la vida política como en la musical. Por eso el periodo tiene aún tanta vigencia en nuestro mundo musical.
Ningún arte debe ser para iniciados, eso es una barbaridad, aunque es una característica muy burguesa imitar a la aristocracia en pretender la exclusividad de las cosas selectas, cuando, en realidad, los objetos burgueses no tienen nada de selectos, pese a la apariencia con que se nos presentan, (un coche Mercedes no es un objeto selecto, es solo derroche, cualquiera puede ahorrar unos euros y comprárselo). Los postulados de la camerata Bardi fueron asumidos por la sociedad en pocos años, los de las vanguardias del siglo XX han cumplido casi cien años sin que el público mayoritario haya abandonado aún el siglo XIX, por tanto no es cuestión de tiempo. Me parece que la apreciación que tenemos por las grandes obras de la historia de la música no es objetiva, sino que es una apreciación subjetiva que se ha venido estableciendo por las opiniones (y estudios supuestamente objetivos) de los grandes maestros de la musicología que casualmente eran predominantemente alemanes justo hasta que ese país perdió la guerra y el mundo pasó a estar dominado por una superpotencia, siendo los musicólogos a partir de 1945 mayoritariamente norteamericanos. ¿Casualidades de la vida?. Más bien creo que la historia la escriben siempre los vencedores y por lo que se ve esto alcanza, no solo a la historia política, sino incluso a la de la música. Esta manipulación de quien hace la historia la podemos apreciar en muchos detalles, como por ejemplo la poca importancia que se le daba a los maestros anteriores a J.S. Bach cuando la musicología era principalmente alemana (pues antes de Bach Alemania no dominaba el mundo musical y a ellos esa época les interesaba menos), y como se fue revalorizado la apreciación por Monteverdi, Palestrina, Josquin o Machaut después de la II Guerra Mundial cuando se produce el triunfo popular de las llamadas "músicas antiguas". Según esta tesis y habida cuenta del escaso trabajo histórico que se ha realizado sobre la música española, es posible que esta música española no tenga mucha incidencia en la historia no solo por falta de méritos propios, sino quizás más por falta de trabajo musicológico. El olvido de la música realizada en España desde 1600 hasta 1850 no está motivado por la falta de músicos competentes en el periodo sino por carencias en su estudio y divulgación. Personalmente, cuando he tenido ocasión de escuchar esa música me he encontrado con sorpresas muy agradables.
La autonomía de la música está relacionada con la autonomía del artista que se alcanza en el siglo XIX. Hay que tener en cuenta que anteriormente el artista era más bien un artesano, alguien que manejaba una serie de herramientas (los instrumentos musicales) que producían unos sonidos agradables para acompañar el canto y dar lustre a la liturgia, a las ceremonias del Palacio, etc. Todavía el gran Mozart era un sirviente del Arzobispo de Salzburgo y parece que por eso siempre quiso trasladarse a Viena pese a la oposición de su padre. En definitiva la música del antiguo régimen tenía siempre un carácter utilitario, (cosa que, por cierto, sucedía igual en las demás artes). A partir de Beethoven se empieza a considerar al músico como un artista capaz de expresar emociones individuales, más allá de la simple práctica de una técnica artesanal basada
en la tradición, como se había considerada hasta entonces. En este ambiente cultural relacionar la creación del músico con fines utilitarios como el acompañamiento de un texto, etc, no era la mayor aspiración de unos autores que se sentían con orgullo poseedores de una libertad creadora hasta entonces desconocida.
Por otra parte, esta libertad creadora y la reivindicación de su genio individual se ponían de manifiesto en la música con más evidencia que en otras artes que no habían dado ese paso de forma tan drástica. Pienso que por ese motivo decían Hoffmann y otros que la música era la más romántica de las artes, ya que en los primeros momentos el romanticismo estaba ligado a un sentimiento revolucionario (revolución francesa), que a lo largo del siglo fue neutralizándose.
En otro orden de cosas la música era un arte romántico por cuanto que no estaba ligada a la realidad, ni a un pensamiento, ni a una narración (literatura), ni a una imagen de la existencia (pintura, escultura), sino que estaba directamente relacionada con los sentimientos. De hecho el pensamiento ilustrado anterior había puesto su atención en asuntos que podían mejorar la condición humana como la ciencia, la didáctica, la filosofía y aceptaba con recelo el resto de manifestaciones culturales que, como la música, no tuvieran una utilidad práctica evidente. La reacción romántica, por el contrario, vendría a cambiar este estado de cosas en oposición a los excesos de la Ilustración.