Ahora los eclécticos estáis muy contentos y sacáis pecho porque con esto de la moda de la postmodernidad estáis muy bien vistos. Pero no siempre ha sido así. El otro día leyendo un libro:
Falla, Manuel de: “Introducción a la Música Nueva”, en Escritos sobre Música y Músicos, ed. por F. Sopeña (Madrid, Espasa Calpe, 1988).
Me he encontrado con el siguiente texto de un artículo del maestro en La Revista Musical Hispanoamericana de diciembre de 1916:
“Yo no soy un ecléctico ni podría serlo, dada mi manera de ser y de sentir. Considero al ecléctico como ser altamente perjudicial para el triunfo de toda idea grande. ¿Qué progreso podría realizar una sociedad que estuviese formada por eclécticos ?. Y aún digo más: no creo en el eclecticismo. Aquel que acepta y aplaude las ideas y opiniones más opuestas, o no tiene ninguna – en cuyo caso para poco o nada puede ser útil – o, de tenerla, no es otra cosa que un tímido o un perezoso con apariencia de amable urbanidad condescendiente.
Yo creo que no debemos respetar nunca las ideas contrarias a las que profesamos. Debemos, sí, respetar a las personas que las sustenten, pero nada más. Y así como el ecléctico no es otra cosa que un ser esterilizado (perdón por la palabrilla), ¡cuán preciosa y eficaz es la colaboración involuntaria del enemigo acérrimo para el triunfo de la idea que combate!“.
Contestación a mi amigo.
El día que construyamos Eclecia, la ciudad de los eclécticos musicales, la calle principal será la Avda. Manuel de Falla. Este señor era más ecléctico que yo.