En el Festival de jazz de Badajoz
nos tenían acostumbrados a escuchar a los mejores músicos que andan por los
clubs míticos de Nueva York y otras ciudades del país donde se desarrolló esta
música. Aquí hemos podido ver a muy buenos intérpretes jóvenes y algunas
estrellas que están en los libros de historia del jazz. Y en esto llegaron los
recortes del dinero público y los problemas de las cajas de ahorro. En la
edición de este año no hay ni un solo músico norteamericano. Esto es
incuestionable y es uno más de los recortes que nos han hecho, tan duro como
los que nos hicieron en el sueldo.
Dice el tópico que no hay mal que
por bien no venga, (lo cual es una expresión extraña que significaría que todos
los males tienen su origen en algún bien, cuando lo que quiere decir es que a
veces, de los males sale algún bien). Y pensando en estas cosas me acordé de
Benny Golson, el magnífico saxofonista de Filadelfia al que fuimos a ver este
verano a la Sala Clamores de Madrid. Hablando lentamente en un inglés
perfecto y culto, (que hasta yo llegué a entender), nos contaba historias del
jazz, sobre su Filadelfia natal allá por los años cincuenta y sesenta; el
hombre, con ochenta y cinco años de edad, no tenía mucho aire para soplar el
saxo tenor y descansaba contando estas historias magníficas al tiempo que nos
decía: “ahórrense el dinero: no vayan a Nueva York a escuchar buen jazz,
quédense aquí, en Madrid”. Y lo decía porque estaba tocando con Moisés P.Sánchez, un joven pianista que es un músico magnífico. Pues bien, todo este rollo viene
a cuento para decir que aunque los recortes nos han impedido disfrutar de esos
músicos americanos que hemos escuchado en otras ocasiones, la música de este
festival sigue mereciendo la pena.
Anoche pudimos escuchar nada
menos que a Chano Domínguez. La música de piano de Chano la veo como una mezcla
entre Chick Corea y Keith Jarrett, tiene algo de clásica, de española, de
popular, pero en el caso del de Cádiz la cosa funciona mejor. El jazz moderno
se basa en gran medida en armonías propias del impresionismo musical de
principios del siglo XX, como Debussy, que empiezan a superar la armonía
clásica que hicieron grande los alemanes por otra de base modal. Por ello, los
impresionistas se fijaron pronto en la música española que tenía raíces
flamencas, porque utiliza unos modos y unos ritmos que son diferentes a los de
la tradición culta europea. Es decir, la música española suena bien en este
estilo impresionista; recuérdese al propio Debussy, pero también a Ravel, Erik
Satie, Dukas y anteriormente Fauré, Saint-Saëns o Bizet; todos ellos más o
menos influidos por la música española. Chick Corea se dio cuenta de esto y
creó un jazz hispano interesante, pero Chano conoce mejor el percal y por eso su
música está sonando muy bien. A su indudable flamenquismo, une un fraseo
jazzístico al piano bastante original y una buena técnica clásica. No es un perfeccionista,
es verdad, (en este mismo teatro hemos escuchado a Maria Joao Pires), pero es
capaz de tocar cualquier cosa y hacerlo muy bien.
Empezó tocando una versión muy
personal de unas alegrías de Cádiz, luego hizo lo propio con “Gracias a la vida”, de
Violeta Parra, hizo un homenaje a Paco de Lucía tocando “Canción de amor” y
tocó a Thelonious Monk, Antonio Carlos Jobin, “El Puerto” de la suite Iberia de
Isaac Albeniz y hasta unas variaciones sobre el tema de “La Tarara”, que todos “tarareamos”
siguiendo su invitación.
Hizo dos bises y el público acabó
aplaudiéndole en pie, agradecido por la buena música que anoche nos regaló.
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