Es posible que la mayoría de los
aficionados al jazz hayamos sido injustos con el trabajo de Ornette Coleman. Así,
cuando se presentó en el festival de jazz de San Sebastián en 1983 con su banda
Prime Time en la que aparecía Don Cherry, el hijo de Coleman, Denardo, tocando
la batería y un grupo de músicos jóvenes que más parecían delincuentes
callejeros que otra cosa, y que contaba con dos bajos, dos baterías y dos
guitarras, y al empezar a tocar con un sonido que rompía los tímpanos por el
volumen que salía de los altavoces y las estridencias agudas de Coleman en el
saxo, al momento, la gran mayoría del público, que había escuchado
anteriormente creo que a un Stan Getz terminal en uno de sus últimos
conciertos, se levantó y se fue en busca de una cerveza. Fue una huida cobarde,
de gente temerosa de perder los tímpanos intentando seguir la música del
saxofonista tejano. Después de aquello compré el disco que hizo con Pat Metheny
y me pareció que era un buen disco y además mostraba su versatilidad (y de paso
la del guitarrista). Ornette Coleman es un músico que trabaja la música desde
una perspectiva muy afroamericana. Todas las músicas, y el jazz de manera
especial, están influenciadas por otras músicas próximas geográfica o
temporalmente. En el caso de nuestro músico, creo que ha habido siempre una
intención muy clara de trabajar con conceptos musicales ajenos a la tradición
occidental, afirmando el carácter negro de su música, reivindicando sus raíces africanas
y con la vista puesta en un público étnicamente afroamericano. Leroy Jones, de
quien hablábamos hace poco aquí, tenía a Coleman como uno de sus músicos
preferidos. Entendiendo las posturas del escritor de Blues People (Música negra
en la américa blanca), creo que se puede entender mejor la música de Ornette
Coleman. Una escucha atenta de sus interpretaciones nos puede deparar el
descubrimiento de brillantes momentos de improvisación y constatar que, además
de la libertad con que se mueve en ese terreno, su sistema musical está más sólidamente
construido de lo que pudiera parecer en una primera audición. De hecho, cuanto
más se le escucha más se disfruta de una música que tiene un sólido armazón
armónico y una original forma de construir las frases melódicas, la de un
músico fuertemente amarrado a la tradición pero siempre interesado en la
renovación del lenguaje jazzístico. Por ello no es extraño que la nómina de sus
colaboradores haya sido tan amplia y eficiente, con bajistas como Charlie
Haden, Scott LaFaro o Jimmy Garrison, baterías como Billy Higgins o Ed Blackwell
y trompetistas como el propio Don Cherry, además de las múltiples
colaboraciones que ha venido realizando siempre con músicos de primera fila.
3 abr 2014
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