A una niña inteligente que manifestaba
su disgusto por no encontrar a su abuelo le cuenta su familia que el abuelo
está en el cielo. Ella quiere verle y no se conforma con la explicación. “Pero
si está en el cielo, hija”, le dicen, y la niña contesta: “pues cogemos un
avión y subimos a verle”. Me gusta esta historia real que me contaron ayer. Los
seres humanos nacemos con una gran inclinación por la racionalidad. Pero a esta
forma de enfrentarse a los problemas de manera racional se opone otra que está claramente mediatizada por el miedo, en especial el miedo a
la muerte y demás traumas innatos o promovidos que es la que nos lleva al otro
lado, al lado de lo mítico, en definitiva de lo religioso: lo que no podemos,
(o no queremos), explicar, lo explicamos mediante el mito, la superstición o la
religión.
Tras el lúcido razonamiento de la
niña, me levanto esta mañana y al abrir el Facebook me topo con el comentario
de un amigo sobre el artículo aparecido en Jot Down sobre el famoso disco de
John Coltrane, comentario titulado: A Love Supreme, el evangelio según John Coltrane; que viene firmado por Emilio de Gorgot. No me queda más remedio que
leer el artículo.
El artículo me descubre algo que
yo desconocía: el poema que viene escrito en el interior del disco, es
recitado, “nota por sílaba”, (como dice el autor), por Coltrane con el saxo. La
duración de las palabras, de las frases, incluso la entonación de la
pronunciación en inglés de los versos es la misma que la de las frases musicales
de Coltrane. Asombroso. Pero resulta que esto no es ninguna novedad. Hago una
rápida investigación en la red y me encuentro con que la propia entrada de la
Wikipedia sobre el disco lo revela en la edición inglesa: “In the final
movement, Coltrane performs what he calls a "musical narration"
(Lewis Porter describes it as a "wordless 'recitation'") of a
devotional poem he included in the liner notes. That is, Coltrane "plays" the words
of the poem on saxophone, but does not actually speak them. Some scholars have
suggested that this performance is homage to
the sermons of African-American preachers”. El autor
del artículo de Jot Down podía haber glosado este asunto y comentar esta obra maestra
de John Coltrane, pero no contento con ello, se dispone a dar todo tipo de
explicaciones sobre cómo la religiosidad del músico se vierte en la música que
interpreta el cuarteto. Según esto, la grabación no sería sino una especie de
eucaristía que lleva al músico a una revelación trascendental.
Lo que está detrás de todo esto
es una forma de pensamiento, la que afirma que la música puede relatar, puede
transmitir un mensaje. Pero resultan fallidos todos los intentos de buscar
significados en la música, al menos desde nuestra cultura. Los primeros
musicólogos decían cosas como que las cuatro primeras notas con que se inicia
el primer movimiento de la Quinta Sinfonía de Beethoven son los golpes del
desino llamando a nuestra puerta. Este tipo de interpretaciones que pretenden
que la música es un lenguaje que trasmite mensajes concretos están muy olvidadas
desde hace mucho tiempo. Eduard Hanslick, que murió en 1904, discutió a los
románticos su idea de la música como una especie de” narración de sentimientos”.
En su obra más conocida: De lo bello en la música, publicada en 1854, afirma
que ésta debería ser estudiada científica y matemáticamente y no con respecto a
los sentimientos. Si lo hicieran así, los que defienden esa postura que podemos
llamar “mítica” o del “ethos” en la música, podrían darse cuenta de que toda la
música no es más que vibraciones de ondas sonoras que se juntan para producir
sonidos que evolucionan según una forma determinada. El materialismo radical no
acaba con todas las formas de analizar la realidad pero quita muchas tonterías
de nuestro pensamiento de un plumazo. De hecho, las interpretaciones más
documentadas sobre el sentimiento de la música, fracasan continuamente y de
forma estrepitosa. Por ejemplo, los autores medievales asignaban a cada uno de
los modos en que se interpretaba el canto gregoriano un sentimiento
característico. Veamos algunos ejemplos:
“Guido D'Arezzo dice: “El
primero es grave, el segundo triste, el tercero místico, el cuarto armonioso,
el quinto alegre, el sexto devoto, el séptimo angélico, el octavo perfecto”.
Adán de Fulda los comenta
así: “El primer modo se presta a todo sentimiento, el segundo es apto
para las cosas tristes, el tercero es vehemente, el cuarto tiene efectos tiernos,
el quinto conviene a los alegres, el sexto a los de probada piedad, el séptimo
pertenece a la juventud, el octavo a la sabiduría”.
Juan de Espinosa, autor del siglo
XVI, comenta por su parte: “El primero es todo alegre y muy hábil para
amansar las pasiones del ánimo...; grave y lloroso es el segundo, muy apropiado
para provocar lágrimas...; el tercero es muy eficaz para incitar a ira...;
mientras que el cuarto toma en sí toda alegría, incita a los deleites y modera
la saña...; el quinto causa alegría y placer a los que están en tristeza...;
lloroso y piadoso es el sexto...; placer y tristeza se reúnen en el séptimo...;
por fuerza tiene que ser muy alegre el octavo...” (Tratado de principios, de
1520).”
Es decir, que para Guido
D’Arezzo, el gran teórico medieval de la música, el primer modo “es grave”,
mientras que para Juan de Espinosa en el siglo XVI:”El primero es todo alegre y
muy hábil para amansar las pasiones del ánimo”. ¿En qué quedamos?
Al principio de la época barroca
se instituyó una especie de “retórica musical” que decía cosas como que una
frase musical descendente creaba una sensación de tristeza, de recogimiento. Pero,
“Música y lenguaje utilizan áreas distintas en el cerebro. De hecho, la música
posee un modo particular de generar coherencia que no siempre comparte con el
lenguaje” dice Ruben López Cano, autor de “Música y retórica en el Barroco”.
Los primeros autores que
estudiaron la forma sonata, hablaban de los temas contrastantes que forman la
exposición en términos de tema masculino y femenino. Las muchas mujeres
musicólogas que trabajan hoy día en estas cosas te pueden mandar muy lejos si
utilizas criterios tan sexistas para analizar una sonata de Beethoven. Así que
lo mejor será que dejemos las cosas en su terreno y que hablemos de música,
cuando analizamos música y de poesía cuando analizamos un poema y no mezclemos lenguajes que no tienen nada que ver entre sí.
Así que volviendo al artículo de
Jot Down, estoy totalmente en desacuerdo con la interpretación que hace el
autor de este disco de Trane. Es cierto que la música negra, siente los sonidos
de los instrumentos más cerca de los sonidos de la voz humana de lo que lo
hace la música clásica europea, más dada a contemplar la realidad musical
desde un prisma abstracto, cuyos valores son propios y su finalidad es su mera
creación. También es cierto que las personas que han tenido que pasar el trauma
de abandonar adicciones tan fuertes como el alcohol y la heroína, se ven a veces impelidos a buscar apoyos en estos
mitos, en cualquier historia que de soporte a una decisión tan enérgica como
esa. Algunas veces estas personas se obsesionan con la religión para olvidar
sus obsesiones anteriores. También es cierto que para los afro-americanos la
celebración religiosa constituye una fiesta en la que la música está muy
presente y adquiere un protagonismo especial. Seguramente Coltrane, en horas
tan difíciles de su vida se acordaría de los predicadores de su Carolina del
Norte natal, es probable que todo esto le diera fuerzas para superar sus
problemas físicos y le animara en la creación de su propia música. Pero todo
esto no es razón suficiente para que analicemos su música como si de una
eucaristía se tratase.
“A love supreme” es música y es
jazz.
Nada más y nada menos.
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