17 mar 2014

Músicas y sentimientos.

A una niña inteligente que manifestaba su disgusto por no encontrar a su abuelo le cuenta su familia que el abuelo está en el cielo. Ella quiere verle y no se conforma con la explicación. “Pero si está en el cielo, hija”, le dicen, y la niña contesta: “pues cogemos un avión y subimos a verle”. Me gusta esta historia real que me contaron ayer. Los seres humanos nacemos con una gran inclinación por la racionalidad. Pero a esta forma de enfrentarse a los problemas de manera racional se opone otra que está claramente mediatizada por el miedo, en especial el miedo a la muerte y demás traumas innatos o promovidos que es la que nos lleva al otro lado, al lado de lo mítico, en definitiva de lo religioso: lo que no podemos, (o no queremos), explicar, lo explicamos mediante el mito, la superstición o la religión.

Tras el lúcido razonamiento de la niña, me levanto esta mañana y al abrir el Facebook me topo con el comentario de un amigo sobre el artículo aparecido en Jot Down sobre el famoso disco de John Coltrane, comentario titulado: A Love Supreme, el evangelio según John Coltrane; que viene firmado por Emilio de Gorgot. No me queda más remedio que leer el artículo.
El artículo me descubre algo que yo desconocía: el poema que viene escrito en el interior del disco, es recitado, “nota por sílaba”, (como dice el autor), por Coltrane con el saxo. La duración de las palabras, de las frases, incluso la entonación de la pronunciación en inglés de los versos es la misma que la de las frases musicales de Coltrane. Asombroso. Pero resulta que esto no es ninguna novedad. Hago una rápida investigación en la red y me encuentro con que la propia entrada de la Wikipedia sobre el disco lo revela en la edición inglesa: “In the final movement, Coltrane performs what he calls a "musical narration" (Lewis Porter describes it as a "wordless 'recitation'") of a devotional poem he included in the liner notes. That is, Coltrane "plays" the words of the poem on saxophone, but does not actually speak them. Some scholars have suggested that this performance is homage to the sermons of African-American preachers”. El autor del artículo de Jot Down podía haber glosado este asunto y comentar esta obra maestra de John Coltrane, pero no contento con ello, se dispone a dar todo tipo de explicaciones sobre cómo la religiosidad del músico se vierte en la música que interpreta el cuarteto. Según esto, la grabación no sería sino una especie de eucaristía que lleva al músico a una revelación trascendental.

Lo que está detrás de todo esto es una forma de pensamiento, la que afirma que la música puede relatar, puede transmitir un mensaje. Pero resultan fallidos todos los intentos de buscar significados en la música, al menos desde nuestra cultura. Los primeros musicólogos decían cosas como que las cuatro primeras notas con que se inicia el primer movimiento de la Quinta Sinfonía de Beethoven son los golpes del desino llamando a nuestra puerta. Este tipo de interpretaciones que pretenden que la música es un lenguaje que trasmite mensajes concretos están muy olvidadas desde hace mucho tiempo. Eduard Hanslick, que murió en 1904, discutió a los románticos su idea de la música como una especie de” narración de sentimientos”. En su obra más conocida: De lo bello en la música, publicada en 1854, afirma que ésta debería ser estudiada científica y matemáticamente y no con respecto a los sentimientos. Si lo hicieran así, los que defienden esa postura que podemos llamar “mítica” o del “ethos” en la música, podrían darse cuenta de que toda la música no es más que vibraciones de ondas sonoras que se juntan para producir sonidos que evolucionan según una forma determinada. El materialismo radical no acaba con todas las formas de analizar la realidad pero quita muchas tonterías de nuestro pensamiento de un plumazo. De hecho, las interpretaciones más documentadas sobre el sentimiento de la música, fracasan continuamente y de forma estrepitosa. Por ejemplo, los autores medievales asignaban a cada uno de los modos en que se interpretaba el canto gregoriano un sentimiento característico. Veamos algunos ejemplos:
“Guido D'Arezzo dice: “El primero es grave, el segundo triste, el tercero místico, el cuarto armonioso, el quinto alegre, el sexto devoto, el séptimo angélico, el octavo perfecto”.
Adán de Fulda los comenta así: “El primer modo se presta a todo sentimiento, el segundo es apto para las cosas tristes, el tercero es vehemente, el cuarto tiene efectos tiernos, el quinto conviene a los alegres, el sexto a los de probada piedad, el séptimo pertenece a la juventud, el octavo a la sabiduría”.
Juan de Espinosa, autor del siglo XVI, comenta por su parte: “El primero es todo alegre y muy hábil para amansar las pasiones del ánimo...; grave y lloroso es el segundo, muy apropiado para provocar lágrimas...; el tercero es muy eficaz para incitar a ira...; mientras que el cuarto toma en sí toda alegría, incita a los deleites y modera la saña...; el quinto causa alegría y placer a los que están en tristeza...; lloroso y piadoso es el sexto...; placer y tristeza se reúnen en el séptimo...; por fuerza tiene que ser muy alegre el octavo...” (Tratado de principios, de 1520).”
Es decir, que para Guido D’Arezzo, el gran teórico medieval de la música, el primer modo “es grave”, mientras que para Juan de Espinosa en el siglo XVI:”El primero es todo alegre y muy hábil para amansar las pasiones del ánimo”. ¿En qué quedamos?
Al principio de la época barroca se instituyó una especie de “retórica musical” que decía cosas como que una frase musical descendente creaba una sensación de tristeza, de recogimiento. Pero, “Música y lenguaje utilizan áreas distintas en el cerebro. De hecho, la música posee un modo particular de generar coherencia que no siempre comparte con el lenguaje” dice Ruben López Cano, autor de “Música y retórica en el Barroco”.
Los primeros autores que estudiaron la forma sonata, hablaban de los temas contrastantes que forman la exposición en términos de tema masculino y femenino. Las muchas mujeres musicólogas que trabajan hoy día en estas cosas te pueden mandar muy lejos si utilizas criterios tan sexistas para analizar una sonata de Beethoven. Así que lo mejor será que dejemos las cosas en su terreno y que hablemos de música, cuando analizamos música y de poesía cuando analizamos un poema y no mezclemos lenguajes que no tienen nada que ver entre sí.  

Así que volviendo al artículo de Jot Down, estoy totalmente en desacuerdo con la interpretación que hace el autor de este disco de Trane. Es cierto que la música negra, siente los sonidos de los instrumentos más cerca de los sonidos de la voz humana de lo que lo hace la música clásica europea, más dada a contemplar la realidad musical desde un prisma abstracto, cuyos valores son propios y su finalidad es su mera creación. También es cierto que las personas que han tenido que pasar el trauma de abandonar adicciones tan fuertes como el alcohol y la heroína,  se ven a veces impelidos a buscar apoyos en estos mitos, en cualquier historia que de soporte a una decisión tan enérgica como esa. Algunas veces estas personas se obsesionan con la religión para olvidar sus obsesiones anteriores. También es cierto que para los afro-americanos la celebración religiosa constituye una fiesta en la que la música está muy presente y adquiere un protagonismo especial. Seguramente Coltrane, en horas tan difíciles de su vida se acordaría de los predicadores de su Carolina del Norte natal, es probable que todo esto le diera fuerzas para superar sus problemas físicos y le animara en la creación de su propia música. Pero todo esto no es razón suficiente para que analicemos su música como si de una eucaristía se tratase.

“A love supreme” es música y es jazz.

Nada más y nada menos. 




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