Es posible que el flamenco
moderno se inicie de una manera dialéctica por la confrontación entre dos
polos, dos formas de entender el cante y el toque. Esta forma agonal, (a porfía
que diría un flamenco antiguo), estaría representada por el difícil encaje
entre la magia honda, profunda y emotiva de Camarón de la Isla y por la entrega
disciplinada, rigurosa y exigente de Paco de Lucía, que en los años setenta
compartían pasión por el flamenco y por abrirle nuevos caminos que, sin perjudicar
las esencias lo más mínimo, llevaran al cante por nuevos derroteros más acordes
con los tiempos que se vivían entonces, aún tiempos de cambios y novedad. El
flamenco, sin embargo, siempre se ha hecho así, se puede decir que el flamenco
se ha construido de forma aditiva, sumando cosas de aquí y de allá, conjugando
formas distintas de verlo, abriendo la mano a todas las influencias. Sin
embargo, parece obvio que la confrontación entre cantaor y guitarrista
gaditanos fue real, pues acabó con la disolución de aquella simbiosis que
tantos y tan buenos frutos había producido desde 1969 hasta 1977, fecha, ésta
última, en que se inicia el distanciamiento de sus carreras que no sería
definitivo nunca pero que llevaría a cada músico a embarcarse en distintos
proyectos musicales y vitales.
Si bien la muerte de Camarón
generó en un primer momento un gran número de seguidores y algunos imitadores,
el paso del tiempo fue dando la razón a los que veían el flamenco de una forma
próxima a la que Paco de Lucía había defendido siempre. No se trataba de que se
perdiera algo de las esencias, que ya no se hicieran los cantes tal como Pepe
el de la Matrona, Juan Talega y Antonio Mairena los habían transmitido, pero
llegó un momento en que quedó claro que hacer flamenco era una cosa muy seria y
había que hacerlo bien. O tal vez se tratase de una simple adaptación a los
nuevos tiempos. El flamenco era una forma de cante popular, (que no folclórico),
que se hacía en las casas, en los patios y en los soportales de las plazas, por
gente a menudo de etnia gitana y generalmente del sur de España, que se
transmitía de forma oral. En una época en que la instrucción pública ha llegado
a todas las capas sociales el mundo se ve de forma diferente y el cante
flamenco no se puede transmitir de la misma manera. En una época dominada por
la electrónica y la informática que permite la comunicación a nivel mundial los
cantaores y músicos flamencos están obligados a manejarse en un medio que es
muy diferente al que dio lugar al cante. Paco de Lucía viajó a Estados Unidos y
tocó con los mejores músicos de allí. Diego El Cigala, un seguidor de Camarón,
se embarcó en proyectos transversales con el músico cubano Bebo Valdés. El propio
Camarón, grabó el primer disco de lo que sería después llamado el Nuevo
Flamenco, el mítico “La leyenda del tiempo”.
Hacer flamenco en un escenario
hoy día requiere una calidad muy grande en el sonido, una ejecución perfecta de
los músicos, la percusión, las palmas; unos arreglos bien hechos y por encima
de todo la guitarra, que ya no es un acompañamiento que se produce rasgando las
cuerdas, sino que se ha abierto a todo un mundo de sonoridades y que seguirá
evolucionando. Los últimos cantaores que hemos tenido ocasión de escuchar, los
que ahora triunfan, lo hacen con unos medios que no son diferentes a los que
utilizan otros pero que además aportan la sabiduría de una tradición y se abren
a nuevas experiencias.
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