La muy recomendable "Aula Contemporánea", magazine en la red que trae todo tipo de contenidos, publica una entrevista que el joven músico francés Benoît Delbecq hizo a Ligeti en 1998. En la entrevista Ligeti desvela aspectos de su proceso compositivo y realiza comentarios admirativos sobre la música jazz.
Para entender mejor el texto me gusta, cuando son textos interesantes, hacer una traducción escrita, (resolviendo mis dudas linguísticas), lo cual aprovecho para publicarlo por si le sirve a alguien más.
Entrevistado por Benoît
Delbecq
Esta era la segunda vez que
Benoît trataba de entrevistar a Ligeti. Después de un intento inicial fallido
cuando Olivier Gasnier del FNAC de Montparnasse le llamó diciendo: “¡Ligeti
está aquí, en mi tienda! ¡Deberías venir para acá y pedirle una
entrevista! Ligeti estaba dando una
vuelta y Gasnier le enseñaba discos de Uganda y otras regiones de África.
Benoît no pudo acudir, pero Gasnier le dio a Ligeti “Rhymes by the Recyclers” y
le dijo que escuchara “Brushes”. Al día siguiente apareció un fax del
secretario de Ligeti que decía: “El Sr. Ligeti ha disfrutado su música y
estaría encantado de concederle una entrevista la próxima vez que vaya a
Paris.”
Benoît acudió acompañado del
gran escritor de jazz francés Stéphane Ollivier, que participó en las
discusiones, transcribió las cintas y editó la entrevista. La traducción al
inglés es de Benoiît Delbecq y Ethan Iverson. Ligeti habla un fluido inglés
además del húngaro, alemán y francés: es una pena que no pueda echarle un
vistazo a la entrevista y repasarlo todo, sin embargo, Benoît y yo pensamos que
la esencia de la trascripción es la correcta.
(Originalmente publicado en
Jazz Magazine número 484, Francia/Bélgica/Suiza/Québec, septiembre de 1998. En
esa época el editor de Jazz Magazine era Philippe Carles, que pidió a Benoît
entrevistar a Ligeti.)
En el vestíbulo del Hotel
Rivoli, Febrero de 1998.
Benoît Delbecq: En las notas al CD de Pierre-Laurent Aimard sobre
los Estudios para Piano (Sony Classics) usted menciona que tanto Thelonious
Monk como Bill Evans han sido influencias significativas para usted.
György Ligeti: En efecto, en la esfera del jazz esos músicos son
realmente mis favoritos. Su toque, su poesía, en el jazz hay grandes virtuosos
como Oscar Peterson o Art Tatum, pero el jazz consiste en algo más. ¿Le gusta
Peterson?
BD: Bueno… me parece que ahora lo que toca…
GL: Si, es comercial.
BD: Sin embargo, respecto al tema del virtuosismo…
GL: Es impresionante. Como Albert Ammons o James P. Johnson, que
trabajaron con un tipo de, llamémosle así, poesía de la velocidad. Ahora está
ese disco donde Chick Corea toca con Herbie Hancock. Se pueden apreciar esas
increíbles frases polirrítmicas con sutiles desfases rítmicos que, en mi
opinión, están basados en un perfecto conocimiento de músicas tanto latinas
como africanas. Es uno de mis discos de jazz favoritos. Pero, para mí, el más
grande poeta y compositor fue Monk. En cuanto al toque se refiere, Bill Evans
es una especie de Miguel Ángel del jazz. ¿No le parece?
BD: Absolutamente de acuerdo.
GL: Puesto que usted es el pianista de jazz aquí, no tengo nada que
enseñarle. Monk no tenía una técnica impresionante, al igual que tampoco la
tenía Duke Ellington, pero sin embargo, tenía lo más hermoso que se puede alcanzar
con la música.
BD: Precisamente, volviendo a las notas al CD, usted expresa la
idea de que su música para piano nace de una cierta carencia, de ciertas
insuficiencias…
GL: Empecé a estudiar piano muy tarde, pasada mi pubertad.
BD: Usted sugiere un impulso hacia atrás y hacia adelante en su
forma de componer: moverse entre las sensaciones que le produce el propio teclado en oposición
a las notas y los apuntes. Es entonces cuando la propia fase de escritura
comienza. ¿Está relacionado esto con la práctica de la improvisación?
GL: Naturalmente tiene una relación con la improvisación. Aunque no
soy un improvisador nato, no en el jazz o en la música “clásica”. Cuando era un
estudiante en Budapest improvisaba mucho, pero aquello no tenía nada que ver
con el jazz. De todos modos, el jazz estuvo prohibido en Hungría, primero por
Hitler, después por Stalin, como representación del decadente estilo americano.
Solía improvisar en un estilo que estaba influido por Bartók.
Hoy cuando compongo, (me refiero
a mis obras para piano, porque cuando escribo para otros instrumentos no uso
este método que está basado en mi propia relación con el teclado), realmente no
improviso. Comienzo con unas pocas ideas, algunas imágenes procedentes de las propias resonancias acústicas que,
inevitablemente, modifico. Es lo que explico en las notas al disco: Abandono
mis diez dedos en el teclado e imagino música. Mis dedos copian estas imágenes
mentales según presiono las teclas, pero esa copia es muy inexacta: emerge un
sistema que intercambia entre las ideas mentales y la ejecución motora y
táctil. Este bucle de intercambios se
produce varias veces, enriquecido por los apuntes improvisados: una rueda que
gira entre mi oído interno, mis dedos y las marcas en el papel. El sonido
resultante es completamente diferente de mi concepción inicial: la realidad
anatómica de mis propias manos y la configuración del teclado del piano han
trasformado mis construcciones imaginarias.
Tengo que sentir mis dedos en
el teclado, la resistencia de las teclas. Voy Creando y sintiendo frases, formas, que son a un tiempo melódicas
y rítmicas.
En ciertas piezas lo que me
interesó en un principio no eran tanto la música en sí misma como el
procedimiento que me permitiera aumentar el número de voces en una polifonía,
como un cierto número de músicos tocando diferentes tipos de xilófonos, por
ejemplo. Volviendo a las notas al disco:
La colaboración polifónica de
diferentes músicos al xilófono, (en Uganda, en la República Centroafricana,
Malawi y otros lugares), así como la interpretación de solistas de lamelófono
(mbira, likembe o sanza) en Zimbabwe, Camerún y muchas otras regiones, me llevó
a una búsqueda de similares posibilidades técnicas en las teclas del piano.
Primero aparece una figura
primaria, muy simple. Entonces, con otros músicos, se vuelve más densa, con un
leve desplazamiento de las formas sobre una base de pulsaciones regulares.
Imaginé que era algo así como una corriente continua que se bifurca y se
descompone en otras diferentes corrientes. Cuando escuchaba esas maravillosas
grabaciones, quedaba fascinado con una música que carecía de melodía inicial,
pero que en su desarrollo creaba melodías subterráneas: ocultas, internas,
siempre ambiguas. Aparecen, desaparecen, vuelven.
Yo intentaba aplicar todo esto
al piano, por ejemplo en mi Estudio nº 10 “Zauberlehring”, toco con dos dedos
dos notas repetidas, Fa y Sol, de manera totalmente organizada pero en la que
hay variación: puede ser dos veces Fa, dos veces Sol, pero cruzando las manos Fa
Sol Sol Fa Sol Fa Fa Sol, lo que deriva en una cierta irregularidad. A partir
de este sistema, voy añadiendo más teclas, sólo blancas. ¿Es esto
improvisación? No lo creo.
BD: Sin embargo, existe la intención de crear sensaciones físicas.
GL: Si, pienso que tengo esto en común con los músicos de jazz, la
necesidad de sentir la resistencia de la tecla bajo la presión de los dedos,
una cierta forma de disfrute táctil.
BD: Empecé a trabajar con polirrítmos. Aún no me había introducido
en la música de los pigmeos aka, pero
conocía su música bien, especialmente su música para clavicémbalo y
Momentum/Selbstportrait. En 1987 preparé el estudio para piano “Fanfares”. Para
investigar los procedimientos de acentuación, coloqué en todas las cuerdas de
las notas Do, Fa y Sol # trozos de goma de borrar, (donde se encuentran
los acentos del ostinato), siendo mi intención al hacer esto la de ser capaz de
escuchar el timbre resultante de figuras asimétricas, esas figuras aksak
propias de los Balcanes.
GL: No se puede hablar sobre el aksak, en cuanto a la música
africana se refiere, dado que el aksak de los Balcanes es algo diferente: no se
escucha el pulso básico. El verdadero aksak está en la música popular de
Rumanía, Bulgaria, Turquía, Grecia, donde no existen relaciones racionales. La
música africana, siempre se puede reducir a un pulso, a proporciones
geométricas iguales. El resultado es algo similar, pero el concepto es
distinto.
BD: Pensé que el término aksak podía aplicarse a cualquier ritmo
fluctuante, que es lo que significa en turco. De todos modos, la música que
hago hoy día está definitivamente determinada por métodos de trabajo
artesanales que ajusté después de descubrir su música.
GL: Yo también descubrí la música africana demasiado tarde. En 1985,
cuando escribí mis Estudios, ya tenía un buen conocimiento de esas tradiciones.
Pero en 1982, para el trio de trompas, utilicé el mismo tipo de ostinato:
incluso entonces conocía todo esto de manera imperfecta, a partir de la música
folclórica comercial de Brasil, Cuba o Puerto Rico. Especialmente la samba, que
me gustaba mucho, sin conocer nada de África. Sin embargo ya se pueden
encontrar en estas piezas todos los elementos que iba a desarrollar después.
Incluso antes, en 1968,
escribí “Continuum”, que trabaja con los conceptos de gran velocidad así como
con pulsos abstractos y elementales. Las variadas figuras rítmicas son rápidas
y cortas, y dentro de ellas, ritmos escondidos y melodías aparecen por
casualidad. Lo descubrí instintivamente: no estaba totalmente basado en un
preciso conocimiento de las músicas africanas o latinoamericanas.
BD: ¿Conoce usted la música de Evan Parker? Realiza obras
extraordinariamente virtuosas al saxo soprano basadas en la respiración
circular. Él ha estado trabajando durante más de 30 años en una idea global de
impulsos lentos y misteriosos, con rápidos asuntos multifónicos que dan lugar a
las “melodías interiores” que usted menciona.
GL: ¿Está su investigación basada en un interés por las músicas
africanas?
BD: No tengo la respuesta a esa pregunta, pero su campo de
investigación parece estar próximo a lo que usted acaba de definir.
GL: Estaré encantado de escuchar su música. Uno puede encontrar ese
tipo de fenómenos en la música del gamelán, o en la música pigmea.
BD: ¿Qué lugar ocupa en su opinión el jazz entre las músicas del
siglo XX?
GL: Un lugar de primer orden. ¡Quizás el más importante! La música
que deriva de la tradición de la forma sonata, la gran empresa sinfónica, todo
esto pertenece a la tradición germánica, que fue la dominante en el siglo XIX.
Pero incluso entonces, Paris era también una capital cultural. Desde luego
Debussy había llevado a cabo una revolución decisiva a comienzos del siglo XX.
Pero llegó el jazz (y anteriormente el ragtime, Scott Joplin) que impuso una
combinación de influencias: no es africano, no es irlandés, no es francés,
incluso no es americano, es todo esto junto, la primera expresión musical que
llegó a ser multicultural.
Algún tiempo después se
alcanza una dimensión popular en el jazz, especialmente con Armstrong.
Encuentro esto muy interesante porque es espontáneamente creativo, distinto de
los actuales fenómenos comerciales que están diseñando la cultura popular. Hacia
los años treinta el jazz era una explosión única y espontánea: la más hermosa
expresión estilística del siglo.
No sé si es posible que un
arte de esa importancia pueda continuar desarrollándose porque el márquetin
marca ahora de manera instantánea cualquier nueva forma proveniente de la
calle. Dicho esto, hay que reconocer que músicos como Miles Davis o John
Coltrane inventaron músicas maravillosas, aunque no siempre. ¿Vivía aún
Coltrane cuando Miles Davis grabó con sintetizadores? No me gusta mucho ese
periodo suyo. Como mucha gente, me encanta Kind of Blue y Filles de
Kilimanjaro.
BD: En los capítulos finales de su Teoría de la Armonía, Arnold
Schoenberg especula con las direcciones que puede adoptar la música en el
futuro y declara que uno de los principales ejes evolutivos está en la
formación de distintas voces moviéndose de una forma cada vez más autónoma. En
la historia del jazz, un músico como Ornette Coleman ha llevado esta intuición
a la práctica durante más de treinta años con su idea de la hormolodía, en la
que una maraña de melodías crean la armonía, siempre fluctuando espontáneamente…
GL: Estos fenómenos se encuentran en los cantos de los pigmeos.
Cada momento es aleatorio pero el resultado conjunto no lo es en absoluto. Esta
independencia de las voces no es nueva, ha existido en Francia desde el siglo
XIV, en la música de Guillaume de Machaut. Esta tradición ha sido anulada por
el pensamiento homofónico imperante que alcanza su apoteosis durante el siglo
XIX. ¿Tal vez Coleman conecte con esa tradición de alguna manera?
El free jazz, con que se asocia
a Coleman, ha acabado con el concepto de pulso regular. No digo que sea malo:
he escrito numerosas piezas sin la pulsación rítmica de la barra del compás y
la corriente a la que he pertenecido junto con Pierre Boulez era incluso
anti-pulso. Pero el jazz fue primero una música para marchas, luego para baile
que progresivamente se fue abriendo de forma lenta hacia la polirrítmia, en mi
opinión debido a la influencia de las tradiciones latinoamericanas. Así que el
free jazz disuelve la pulsación rítmica por la superposición de diferentes
líneas melódicas independientes que tienen estructuras rítmicas independientes.
¿Es esto todavía jazz? Habla un lenguaje jazzístico, pero la pulsación rítmica
específica del jazz ha desaparecido. Dicho esto, eso no quiere decir que no sea
una música magnífica, pero no la que yo prefiero.
BD: Sin embargo, habla usted a menudo metafóricamente de su música
usando la imagen de un cuerpo que tiene una forma orgánica de desarrollo.
GL: Justo como el free jazz, en efecto.
BD: ¡Me allegra que diga eso! He tocado mucha música improvisada sin estructura temática, he tenido la fortuna de
tocar con grandes maestros de esta “música improvisada” como Evan Parker y
realmente tengo la sensación en cuanto al sonido de que es un organismo vivo
que evoluciona humanamente.
Es frecuente que en el mundo
de la música contemporánea, y especialmente en Boulez, se reúse a tomar en
consideración todas estas prácticas cuando se habla de jazz: continúa pensando
en una música extremadamente simple, amarrada al compás de 4/4, acordes que
cambian en cada frase…
GL: Boulez es un gran músico pero no le gusta el jazz, ya se sabe.
BD: Boulez es algo distinto: es como si estuviera ignorando una
corriente artística en su conjunto. En términos más generales, el free jazz
sigue siendo negado, o cuando menos, considerado como el cubo de la basura del
jazz.
GL: ¡Un hermoso cubo de basura! Todo lo que me interesa en música,
cualquiera que sea, es su elegancia y una cierta humildad. Es raro, pero se
puede encontrar esto en cualquier tipo de música.
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