28 jul 2010

Carta a mi hija sobre Enrique Morente.

El otro día me comentabas, María, el recital que dio Enrique Morente en el Auditorio de Badajoz. Me dijiste que la gente se cansó un poco de tanto arte y tanta “hondura”. Hablamos del tema y pasamos de una cosa a otra porque te ibas a marchar pronto y comentamos muchas cosas. Sin embargo, después he recordado lo que me contaste y he pensado en las causas de esa posible falta de conexión entre Morente y los públicos de masas. A partir de ello, he llegado a la conclusión de que estos conciertos multitudinarios de flamenco no son la forma apropiada de apreciar un arte íntimo como es éste. Es cómo los recitales de los tres tenores, algo que no tiene nada que ver con la ópera, un puro espectáculo.

Todavía hay autores que dicen que el flamenco dejó de ser lo que era cuando salió del entorno familiar en que se daba antiguamente y saltó al café concierto en el siglo XIX. Según estos, el flamenco era algo que se cantaba en sitios como la Plaza Alta de Badajoz. Imagínate, en estas noches de verano en que la gente no puede dormir y saca una silla a la calle. ¿Te das cuenta que el cantaor suele cantar sentado en una silla de anea? Es parte de la parafernalia flamenca. En esos corros alguien empezaría a dar palmas, (después de largas conversaciones sobre lo divino y lo humano), y algún gitano con el arte metido en los huesos terminaría cantando una soleá. Para entonces toda la plaza estaría en silencio y su cante lo escucharía hasta la luna, como en un poema de Lorca. El arte siempre es artificial, no es algo totalmente auténtico, ¿recuerdas cuando de pequeña te decíamos que la gente no se moría de verdad en las películas? El arte es siempre un artificio y lo sabemos, (pero aún así yo todavía lloro cuando se muere el bueno en las películas). Por lo tanto es normal que el flamenco salga de los lugares en los que se ha originado y se escuche en un teatro. No es tan adecuado como la Plaza Alta pero puede servir, pues si no, sólo lo escucharían los etnomusicólogos, que son esos locos que van con una grabadora recopilando las músicas populares o exóticas que se están perdiendo. Pero dentro de esa artificialidad hay que buscar algo que se acerque al estado original en que esa música se producía. Escuchar en el Auditorio a Vicente Amigo con un grupo de ocho o diez músicos, con los instrumentos amplificados y haciendo un flamenco muy moderno, con toques de jazz y pop, puede resultar espectacular y funciona. Sin embargo, para escuchar a Morente es mejor la intimidad de una peña flamenca o un pequeño teatro, donde uno no se distraiga y escuche con atención. Sólo así se puede disfrutar ese cante en toda su intensidad.

Muchos Besos



3 comentarios:

Unknown dijo...

Qué bonito te ha quedao. El lunes estuve con Carlos, casero y amigo, y ya comentamos lo bien que te explicas, paisano!

Saludos desde Tres Cantos

manuel larios dijo...

Que sois muy bien intencionados y condescendientes conmigo, paisana. Ya me dirás un día que quiere decir A.K.
Besos desde Badajoz.

Cempazúchitl dijo...

Muy buen correo. A fin de cuentas, como bien le explicas a tu hija, tenemos que hacer pactos con la vida moderna... Y como todos los pactos, el de la música es uno desagradable, porque no nos quedamos con todo lo que queremos.