Dentro del II Ciclo de Música Contemporánea del Conservatorio Superior de Música de Badajoz asistí ayer a un concierto de música electroacústica. Siempre había escuchado esta música en casa, en mi equipo de sonido y hacerlo en la sala de conciertos ha supuesto una curiosa experiencia. En una pequeña estancia había una mesa donde habían colocado un ordenador Mac y una mesa de mezclas y, enfrente, sobre el escenario, (consistente en un pequeño entarimado), dos altavoces, de esos caseros. Cuando empezó el concierto el técnico de sonido se sentó a los mandos e hizo sonar unos ficheros que tenía grabados en el ordenador. Nada más. Cuando acabó el primero el público se quedó callado. En el segundo alguien pensó que había que aplaudir y se aplaudió aunque nadie recibió el aplauso, el técnico de sonido ironizó discretamente, imitando un amago del gesto que hacen los músicos al agradecer los aplausos, porque allí no estaba el autor ni tampoco había intérprete alguno. Más que un concierto aquello era una audición. Hubiera sido igual que el Conservatorio nos hubiera permitido descargarnos los ficheros y los hubiéramos escuchado en casa en un rato libre. Claro que, de esta forma, allí había una “comunicación pública” y eso genera derechos de autor y tasas para la SGAE.
Este acontecimiento, enteramente subvencionado por organismos locales, congregó a unas dos docenas de personas entre las que se encontraban algunos profesores, obligados a dar la cara, algunos alumnos, pensando en quedar bien con los anteriores, algunas personas, como los jubilados, de los que acuden a cualquier cita y entre todos ellos debería haber algún curioso interesado en esto además de los corresponsales de “todas las músicas”.
Se me olvidaba: la música estuvo bien, a ratos.
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