La polémica sobre la decadencia es una polémica recurrente en nuestra cultura. Javier Marías la rescata con motivo de las entrevistas que le realizan (especialmente en la prensa PRISA), por la publicación de su nueva novela. Afirma en ésta, (en boca de su padre y un amigo de éste, hispanista inglés), que nuestra época está llena de "tontuna generalizada y decadencia".
En mi generación es una opinión frecuente cuando la gente se refiere a las generaciones más jóvenes. En la novela de Javier Marías son los miembros de la generación anterior los que manifiestan esa opinión, con lo cual no sólo no participa el autor del reproche sino que además se siente aludido por la supuesta decadencia de la nuestra.
En todo caso, más allá de esta guerra generacional, hay algo que debemos reconocer: el progreso material, científico y tecnológico, no va necesariamente unido al progreso humano; especialmente si este progreso no está dirigido, como antaño, por el mundo de la universidad, sino que lo está por el mundo de la empresa. Pero además, la empresa moderna ha modificado sus hábitos en medio de un consumismo exacerbado en el que solo prima la rentabilidad a muy corto plazo. En la sociedad consumista, al contrario de lo que sucedía en la sociedad capitalista clásica, el hecho económico se acaba en el momento en que firmas tu talón de la VISA. Por eso, el trabajo que antes hacían los ingenieros, que se dedicaban a dirigir los procesos de fabricación para conseguir crear buenos productos de consumo, lo realizan ahora los expertos en marketing, que son quienes saben dirigir el negocio hacia el momento cumbre en que el cliente firma el talón de la VISA. Lo que suceda a partir de entonces ya no tiene la menor importancia, o mejor dicho, ya no pertenece a esta "campaña" sino que formará parte de la siguiente que tendrá otro enfoque, parecido o distinto, pero que en cualquier caso, será un negocio nuevo. En el capitalismo clásico las empresas competían por conseguir artículos verdaderamente duraderos y de calidad: las plumas Parker, los coches Mercedes o los relojes suizos. En la actualidad de lo que se trata es de organizar la gran ceremonia de la firma de talones VISA, como esa puesta en escena portentosa de los editores de "Harry Potter", en la que lo único que se celebra es la compra masiva de la famosa novela en un acto en el que todo el montaje empresarial culmina. No se hace una presentación de la novela, un análisis crítico, un comentario del autor y de personas inteligentes que participan de un debate más o menos adulatorio, como en los libros de Marías. En el caso inglés solo se habla de ventas. Lo demás no existe. De hecho, una vez comprada la novela, tampoco es necesario darse la paliza de leerla, enseguida una empresa cinematográfica, (que posiblemente pertenezca al mismo entorno empresarial de la editora del libro), sacará la película correspondiente, la cual producirá (en la época navideña) otro nuevo montaje comercial para su estreno.
Una sociedad que se aloja en edificios inteligentes, es una sociedad de arquitectos y consumidores tontos.
Quizás la clave esté en lo que dice Javier Marías en el dominical de El País, que somos una sociedad que acumula muchos conocimientos y muy poca sabiduría. Son cosas distintas.
En mi generación es una opinión frecuente cuando la gente se refiere a las generaciones más jóvenes. En la novela de Javier Marías son los miembros de la generación anterior los que manifiestan esa opinión, con lo cual no sólo no participa el autor del reproche sino que además se siente aludido por la supuesta decadencia de la nuestra.
En todo caso, más allá de esta guerra generacional, hay algo que debemos reconocer: el progreso material, científico y tecnológico, no va necesariamente unido al progreso humano; especialmente si este progreso no está dirigido, como antaño, por el mundo de la universidad, sino que lo está por el mundo de la empresa. Pero además, la empresa moderna ha modificado sus hábitos en medio de un consumismo exacerbado en el que solo prima la rentabilidad a muy corto plazo. En la sociedad consumista, al contrario de lo que sucedía en la sociedad capitalista clásica, el hecho económico se acaba en el momento en que firmas tu talón de la VISA. Por eso, el trabajo que antes hacían los ingenieros, que se dedicaban a dirigir los procesos de fabricación para conseguir crear buenos productos de consumo, lo realizan ahora los expertos en marketing, que son quienes saben dirigir el negocio hacia el momento cumbre en que el cliente firma el talón de la VISA. Lo que suceda a partir de entonces ya no tiene la menor importancia, o mejor dicho, ya no pertenece a esta "campaña" sino que formará parte de la siguiente que tendrá otro enfoque, parecido o distinto, pero que en cualquier caso, será un negocio nuevo. En el capitalismo clásico las empresas competían por conseguir artículos verdaderamente duraderos y de calidad: las plumas Parker, los coches Mercedes o los relojes suizos. En la actualidad de lo que se trata es de organizar la gran ceremonia de la firma de talones VISA, como esa puesta en escena portentosa de los editores de "Harry Potter", en la que lo único que se celebra es la compra masiva de la famosa novela en un acto en el que todo el montaje empresarial culmina. No se hace una presentación de la novela, un análisis crítico, un comentario del autor y de personas inteligentes que participan de un debate más o menos adulatorio, como en los libros de Marías. En el caso inglés solo se habla de ventas. Lo demás no existe. De hecho, una vez comprada la novela, tampoco es necesario darse la paliza de leerla, enseguida una empresa cinematográfica, (que posiblemente pertenezca al mismo entorno empresarial de la editora del libro), sacará la película correspondiente, la cual producirá (en la época navideña) otro nuevo montaje comercial para su estreno.
Una sociedad que se aloja en edificios inteligentes, es una sociedad de arquitectos y consumidores tontos.
Quizás la clave esté en lo que dice Javier Marías en el dominical de El País, que somos una sociedad que acumula muchos conocimientos y muy poca sabiduría. Son cosas distintas.
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